jueves, 1 de noviembre de 2007

“La llaman Josefa”

- “Aún no sé cómo llegué hasta aquí. Aunque, tal vez sí lo sepa. Estoy aquí porque yo misma me lo propuse, resguardada bajo las alas del Señor. El camino fue largo y duro, pero cada caída fue definitiva para estar donde estoy. Tenía miedo…mucho miedo…aún lo tengo….Pero no puedo dejarme vencer, debo seguir adelante y lograr el propósito. La guerra sólo se perderá si los hombres pierden su fe…no puedo permitirme eso…¡Ayúdame Señor!”.

Lejos de la tierra que la vio nacer, Josefa emprendió el camino hacia una victoria indiscutible. El sol, los cardones y la dulzura de sus frutos convertidos en flores, la inspiraban a continuar adelante a pesar de la lucha que siempre debió enfrentar desde el momento en que llegó a este mundo.

La fortaleza de su alma y su corazón, sencillos y guerreros, no cabían en el diminuto cuerpo de mujer que aparentaba la fragilidad de una rosa. Su rostro de facciones casi virginales, pero tostado por los implacables rayos que bañan las doradas arenas de este lado del mar, reflejaba una vida y un mundo plenos de esas contradicciones que son capaces de marcar el espíritu de un individuo, de un pueblo, o de una nación entera.

Sus cabellos oscuros como la noche, pero tan brillantes como si los acariciara un rayo de luna, se rebelaban traviesos ante el orden que imperaba en la época; semejantes al niño que gusta trepar a los árboles para conocer qué hay más allá del horizonte.

Los ojos azabaches como luceros fulgurantes, eran capaces de guiar a un pelotón entre la penumbra, brindándole la alegría y seguridad que necesitan sus integrantes. Los labios delgados y definidos, eran el marco perfecto de una pequeña boca que pronunciaba las más insospechadas palabras provenientes de mujer alguna.

El hecho de haber nacido allí donde nació, y precisamente en esa época de incertidumbre, lo hacía todo más inverosímil, convirtiendo a Josefa en lo que hoy es, a pesar de los cuestionamientos que ella aún se hace desde el lugar donde se encuentra.

Corría el año de 1791, y los verdes campos del hato Aguaque, ubicado entre el Picacho de Santa Ana y Pueblo Nuevo, contrastaban con la aridez de la Península de Paraguaná.

Doña Ignacia Talavera y su marido, don Miguel Camejo, despertaron sobresaltados por las fuertes contracciones experimentadas por la mujer durante la madrugada, y luego de varias horas de trabajo de parto, Josefa Venancia de la Encarnación, vio la luz por primera vez a principios de la tarde del 18 de mayo, rompiendo el silencio vespertino y despertando el trinar de los pájaros con su llanto de niña que grita a los cuatro vientos su llegada al mundo.

Desde su infancia fue habilidosa. Como todos los pequeños del campo, gustaba de correr entre los árboles y perseguir a los chivos y cabras que de vez en cuando se tropezaba por el camino. Con frecuencia trataba de domesticarlos para convertirlos en los soldados de un ejército que defendería la libertad de la naturaleza.

De espíritu audaz, la pequeña Josefa huía de las manos de su madre durante los paseos en familia y retaba al padre a vencerla en las carreras. Mientras en la noche, soñaba con alcanzar la cumbre del Cerro Santa Ana e iniciar, en las alturas, la construcción de una ciudad mágica repleta de la libertad de acción y pensamiento que los ciudadanos de la época tanto anhelaban.

Desde sus primeros pasos, la joven recibió una excelente educación, gracias a la buena posición económica y social de su familia. No con mucho agrado fue llevada a Coro a estudiar en el Colegio de las Salcedas; institución educativa donde las monjas le enseñarían todo lo necesario para ser una señorita de “bien”, madre, esposa y dama de intachable conducta.

Pero Josefa sabía que fuera de los altos muros del plantel, la vida le podía ofrecer mucho más que convertirse en una mujer sumisa y respetuosa de las normas que la sociedad le implantaba.

Tratando de desplegar sus alas y volar lejos de la jaula donde estudiaba, se alió con algunas compañeras de clase para cometer travesuras y divertirse con juegos que le permitieran recordar sus correteos por el campo.

- “Son cosas de niñas, no se moleste Sor María, ya aparecerán sus libros”.
- “Sor Elizabeth: hay que sacar a la lagartija de la biblioteca y encerrar en sus jaulas a los conejos que se están devorando el jardín”.
- “Recuerde Sor Carmela, cerrar con llave la puerta de la cocina para que Josefa, Luisa y Teresa no cambien el contenido de los frascos de especias”, repetía casi a diario la Madre Superiora.

Catalogada como “revoltosa”, la pequeña de ojos picarescos fue trasladada a Caracas a continuar estudios con las Monjas de la Concepción. Fue allí, mientras se deleitaba con la belleza del Ávila que tanto le hacía recordar la majestuosidad del Cerro Santa Ana, cuando escuchó hablar de los acontecimientos del 19 de abril y 5 de julio de 1811.

En ese momento, recordó escena por escena, el sueño recurrente de la conquista de su querido cerro paraguanero, y cómo ella, con sus manos infantiles e inocentes, colocaba las primeras piedras que conformarían la ciudad de anhelo. Por un instante, se trasladó imaginariamente hasta la cima del guardián de la península y se vio a sí misma liderando al ejército de personas que la ayudarían a conseguir su nuevo objetivo.

- “Eso es demasiado para una jovencita de su edad –opinaron los adultos que la rodeaban-, lo más conveniente es alejarla de las ideas revolucionarias de la sociedad caraqueña y enviarla a Mérida; allí se educará bien y no se llenará la cabeza de pensamientos incoherentes de lucha y libertad”.

Pero ni la tranquilidad del aire merideño, ni la pasividad de sus habitantes contagiaron el alma de la Camejo. Los años no hicieron que sus ideales republicanos y espíritu guerrero se apaciguaran. Al contrario, el ardor juvenil se manifestaba en cada una de las acciones, y su personalidad batalladora no era bien vista en la sociedad de entonces.

Desprecios, conflictos y juicios errados, formaban parte de la cotidianidad de Josefa, quien, de espíritu sensible, debía protegerse con una coraza.

Es así cuando huyendo de la maledicencia, se refugia en los llanos de Barinas, los cuales le devolvieron la libertad de acción y pensamiento que tanto clamaba.

Su tío materno, Mariano de Talavera, era el Vicario de la ciudad, y bajo su brazo protector alimentó los deseos de liberar la Provincia de Coro del yugo de las tropas realistas.

Josefa, ahora convertida en una hermosa joven, conservaba el brillo fulgurante de sus ojos azabaches y la astucia en la mirada y sonrisa, que la acompañarían hasta el fin de sus días.

Amante de la música y las artes, gustaba de los bailes celebrados en las casas de amplios corredores que poseían las familias amigas de su tío.

Fue precisamente durante uno de esos bailes, cuando conoció a Juan Nepomuceno Briceño Méndez, coronel barinés y Jefe de las Caballerías de Apure.

Su primera impresión no fue del todo grata, pues le pareció que era uno más de esos caballeros de sociedad que pregonaban la libertad de la república pero se rendían a los pies de la corona española. Fue Talavera, quien le habló sobre el llanero y sus innumerables virtudes, y quien tiempo después los casaría ante el altar de la catedral barinense.

Josefa, acostumbrada a vivir a su albedrío, escapando de las ataduras y limitaciones impuestas por la sociedad, juró durante su adolescencia no convertirse en una mujer servil, ni limitarse al claustro del hogar. Por tal razón, aunque había conocido a jóvenes caballeros que se habían interesado en ella, su belleza de mujer dominante los alejaba. A la vez, sus personalidades de hombres comunes no le atraían en lo absoluto.

Pero ahora se presentaba este extraño individuo de físico poco agraciado, de personalidad tan fuerte como la de ella, pensamientos revolucionarios y modales gentiles que contrastaban con el comportamiento del guerrero.
Ese hombre era capaz de mirarla a los ojos sin intimidarse, sintiéndose atraído por su avasallante personalidad y vitalidad femenina.

Cada vez que estaban cerca, ambos experimentaban la misma sensación: los latidos del corazón se aceleraban, les faltaba la respiración, sus ojos desprendían un extraño brillo, sus mejillas se sonrojaban y sus labios se hinchaban hasta el punto que sólo podían ser calmados con el roce de un beso.

Si estaban lejos, pensaba el uno en el otro y se soñaban paseando a caballo con entera libertad. Por eso, contando con la bendición de Dios, decidieron continuar el camino juntos y cumplir con la campaña militar por el llano venezolano.

Durante uno de esos recorridos por las sabanas, Josefa sintió malestar durante varios días, sobre todo en las mañanas. El diagnóstico del médico fue certero: estaba esperando un hijo.

Pese al deseo de continuar viajando con su marido, tuvo que guardar reposo en el hogar, acompañada de su madre. Sin embargo, se mantuvo al tanto de cuanto sucedía en la lucha independentista, y asistía –cuando le era posible- a las reuniones con los militares activos.

El nacimiento de un pequeño varón a quien llamó Wenceslao, colmó su vida de felicidad y la impulsó a combatir con mayor ahínco por la causa republicana. El niño era el fiel retrato de su madre, tan vivaz como ella durante su infancia. De adulto, –cuentan quienes lo conocieron- se convirtió en un insigne geólogo dedicado a la investigación en el área petrolera.

Ya daba sus primeros pasos Wenceslao, cuando el ejército realista emprendió la invasión territorial. En Barinas, la labor fue dirigida por el Comandante José Antonio Puy, quien iba dispuesto a todo, sin medir consecuencias.

En contraposición, la orden emitida por el ejército patriota comandado por el coronel Briceño Méndez y su esposa Josefa, fue la de emprender la retirada hacia San Carlos.

La angustia que reinaba en el ambiente, se sumaba a los disparos de fusiles de ambos ejércitos; situación que enmarcada en torrenciales lluvias que inundaban los caminos y hacían crecer los cauces de los ríos, resultaba aún más desesperante.

A bordo de botes, las familias de Barinas desalojaban la ciudad y cruzaban el río Santo Domingo corriendo el riesgo de sufrir algún accidente. El mismo riesgo que asumió doña Ignacia Talavera de Camejo, cuando en medio de un cruce de disparos y una fuerte lluvia, murió cuando el bote donde viajaba se volteó, sin poder ser rescatada por su hija. Este hecho se convirtió en un motivo más para que Josefa decidiera, a como de lugar, retirar las tropas realistas del territorio de la Gran Colombia.

Con el corazón lleno de rabia, pero también de amor por querer lograr la emancipación del suelo que la vio nacer, al llegar a San Carlos Josefa entabló junto con su esposo, una entrañable relación de amistad con el general Rafael Urdaneta, diseñando los tres, numerosas estrategias de guerra.

Reconocida por todos como una de las activistas más radicales de la causa patriota, la guerrera mujer fue perseguida en todos los sitios donde se residenciaba. Al dejar San Carlos, se refugió en Nueva Granada, y de allí se trasladó a Santa Fe de Bogotá, teniendo que disfrazarse de pordiosera para escapar con vida de sus enemigos.

Aprovechó la estancia en cada uno de esas ciudades, para conformar ejércitos de hombres que se sublevaban a sus órdenes y estaban prestos al enfrentamiento, con tal de lograr incorporar a la Provincia de Coro en la lucha emancipadora de la República de Colombia.

Trascurrían los primeros meses del año 1821, cuando llega a la península de Paraguaná el tío adorado de Josefa, con quien compartía los firmes ideales revolucionarios, valentía y amor patriota: el sacerdote Mariano de Talavera y Garcés.

Una vez radicado en la zona, emprende la labor que lo convertiría en un personaje de gran trascendencia para la historia de Coro y toda la península, misma que alcanzó cumplir contando con el apoyo, entre otras personas, de su sobrina.

Fue en esa misma época, cuando Josefa viaja a Maracaibo para acordar con el General Urdaneta todo lo concerniente a la proclamación que efectuaría en tierras paraguaneras, relativa a la integración de la provincia coriana en la batalla bolivariana, retando así al ejército y a los civiles leales al Rey Español.

Al tanto de la situación, el padre Talavera se dirige a Pueblo Nuevo en compañía del Teniente Juan Garcés Manzano, entablando relaciones con los habitantes de la región quienes estaban a favor del ejército patriota, comprometiéndose con acompañar a Josefa en el logro de la campaña.

A medida que pasaban los días, la expectativa se incrementaba tal como lo hacía el fervor del pueblo. A finales de abril regresa Josefa, a quien le informan que algún infiltrado delató el plan.

Llena de coraje y valentía, la mujer planifica junto con su esposo la toma de la casa de gobierno de Pueblo Nuevo. La noche del dos de mayo, Josefa no duerme, se encomienda a Dios, y le ruega la siga llenando de fortaleza para enfrentar la lucha que se avecina, se confiesa con su tío, y se reúne con los cuarenta hombres bajo su mando, girándoles las últimas instrucciones. Se retira a su habitación y permanece en vela el resto de la noche, esperando con ansias el amanecer del tres de mayo, fecha en la cual da el paso definitivo.

Días atrás había manifestado a su caballo de nombre “Redentor”, que debía contar con su apoyo para lograr el objetivo que se había trazado. Esa noche lo alimentó, le dio de beber y cepilló sus crines amorosamente, acicalándolo como si lo preparara para una celebración.

Redentor fue un regalo de su marido al ella cumplir los 29 años de edad, y lo fue entrenando poco a poco para ese momento que por fin había llegado. A diario lo montaba y le susurraba al oído palabras que sólo ellos dos comprendían.

Al llegar la madrugada del tres de mayo de 1821, partió desde Aguaque acompañada de su ejército y portando entre sus manos la bandera tricolor de la Gran Colombia. A caballo, el grupo libertador emprendió el camino hacia la victoria.

A su paso por Baraived y Miraca, los patriotas se enfrentan con pelotones realistas, quienes –como es natural- muestran resistencia, pero logran sortear los obstáculos luego de sumar durante el recorrido unos veinte aliados más, quienes le informaron que el Comandante José Francisco Petit partió de El Vínculo acompañado de un gran contingente de hombres.

Aún más fortalecidos, Josefa y sus soldados llegan a Pueblo Nuevo bajo el inclemente sol del mediodía, rápidamente se dirigen al cuartel donde está el Teniente patriota Segundo Primera y varios sub oficiales, saludándolo con un grito de: ¡Viva la Revolución!, pero el militar se muestra reacio a la campaña emprendida por la paraguanera.

Indignada ante el comportamiento para ella cobarde, lo mira fijamente a los ojos, sorprendiéndose el hombre con el par de luceros femeninos, los cuales emitían un brillo tan intenso que prácticamente se sintió hechizado; aceptando sin emitir palabra alguna que la Camejo le coloque la pistola sobre el pecho y le grite: “Si usted no procede, procederé yo. ¡Viva Colombia!”.

En ese instante llega el Comandante Petit liderando a unos doscientos hombres. El contingente armado, bajo las órdenes de Josefa, se dirige a la Casa del Cabildo, sede de las autoridades realistas. Mientras, el pueblo se encontraba reunido en la plaza central celebrando con gran alegría el triunfo inminente del ejército patriota. No había más nada que hacer, una parte de los representantes del gobierno español huyó y el resto se entregó…

Lo demás es historia, y un árbol de cují es testigo de lo ocurrido…

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Siglos después, Josefa continúa luchando; su caballo “Redentor” es fiel compañero de sus hazañas; ahora millones de hombres y mujeres la siguen en su batalla. Hizo realidad parte de su sueño infantil: conquistó la cumbre del Cerro Santa Ana, pero no ha podido culminar la construcción de la sociedad ideal…le faltan muchas piedras.

- “Es verdad. Sí sé cómo llegué aquí. Por un momento lo olvidé, pero volvió a mi memoria. De vez en cuando me ocurre eso. Luego de tantos años es difícil recordar, pero yo rememoraré mi pasado si tú me ayudas. Hoy sólo me queda disfrutar con Luisa de las vivencias de la época; de las melodías interpretadas por Teresa y de los hermosos textos de su amiga del mismo nombre”.

Un Encuentro para apoyar (y II)

En la entrega anterior hacía referencia a algunas de las conclusiones obtenidas en el III Encuentro Nacional de Estudiantes con Discapacidad del sector universitario, celebrado del 18 al 20 de octubre en la ciudad de Coro, y que sirvió para promover y difundir el Proyecto de Ley para Personas con Discapacidad aprobado en su primera discusión por la Asamblea Nacional el 13 de julio de este año, pero que actualmente está siendo sometido a una consulta popular.
Según el proyecto legal (disponible en la página web de la AN), entre los derechos que tendrán las personas con discapacidad se encuentran los siguientes:
- Trato social justo y protección familiar: Estas personas no podrán ser objeto de trato discriminatorio o desconsiderado por razones de discapacidad, ni desatendidas, abandonadas o desprotegidas por sus familiares cercanos, quienes están en la obligación de protegerlas, cuidarlas, alimentarlas, proveerlas de vivienda, vestido, educación y procurarles asistencia médica, social y comunitaria.
- Derecho a obtener para uso personal ayudas técnicas como prótesis mecánicas o electrónicas, oculares y auditivas, soportes ortopédicos para marcha, muletas, bastones, andaderas, sillas de ruedas, instrumentos, equipos o aparatos que requieran para su mejor desenvolvimiento. Siendo el Estado el responsable de proveer los recursos necesarios para la adquisición de ayudas técnicas y material pedagógico, a las personas con discapacidad que no posean los recursos económicos suficientes para ello.
- Educación: Derecho a asistir a un centro educativo de carácter público o privado para obtener educación, formación o capacitación.
- Educación sobre discapacidad: El Estado a través del sistema de educación regular, debe incluir programas permanentes en todos sus niveles y modalidades, los cuales deben impartirse en instituciones públicas y privadas, con objetivos educativos que divulguen los principios constitucionales correspondientes y los valores de dignidad, respeto, consideración, solidaridad, equidad, no discriminación y derecho a la participación en condiciones de igualdad, en relación con las personas con discapacidad. Asimismo, debe incluirse la educación, formación y actividades especiales en relación con la prevención de la discapacidad.
- Empleo: Las instituciones nacionales, estadales, municipales y parroquiales, así como las empresas públicas, privadas o mixtas, deberán incorporar a sus planteles de trabajo no menos de un cinco por ciento (5 %) de personas con discapacidad, de su nómina total, sean ellos ejecutivos, empleados u obreros.
- Cédula de identidad: La cédula de identidad otorgada a las personas con discapacidad comprobada, deberá indicar tal condición y el tipo de discapacidad de quien la porte.
- Identificación de vehículos: Las personas naturales, organismos, instituciones u organizaciones de y para personas con discapacidad que sean propietarios de vehículos automotores, deberán identificarlos con el símbolo internacional de personas con discapacidad, y tendrán derecho a portar una placa especial expedida por las autoridades competentes.
- Animales de asistencia: Las personas con discapacidad que tengan como acompañantes y auxiliares animales entrenados para sus necesidades de apoyo y servicio, debidamente identificados como tales, tienen derecho a que permanezcan con ellos y las acompañen a todos los espacios y ambientes donde se desenvuelvan.
- Exoneración de impuestos, tasas y derechos de importación de ayudas técnicas, equipos, aparatos, utensilios, instrumentos, materiales y cualquier producto tecnológico útil y necesario que posibilite la integración personal, familiar o social de las personas con discapacidad.
- Difusión de mensajes sobre discapacidad: Los medios de comunicación privados y oficiales, en todo el territorio nacional, transmitirán y publicarán mensajes dirigidos a la prevención de enfermedades y accidentes discapacitantes y la difusión de mensajes sobre discapacidad.
- Cumplimiento obligatorio de las Normas COVENIN (Comisión Venezolana de Normas Industriales) en la planificación, diseño y ejecución de obras de desarrollo urbano y rural referidas a la accesibilidad y transitabilidad de las personas con discapacidad.
- Puestos de estacionamiento: Los estacionamientos de uso público tendrán espacios exclusivos para vehículos que transporten o sean conducidos por personas con discapacidad físico motora, ubicados inmediatamente a las entradas a las edificaciones o ascensores.
- Asientos para personas con discapacidad en el transporte público: Cada unidad de transporte público debe tener por lo menos un puesto para personas en silla de ruedas, adaptado con seguridad de sujeción inmovilizadora. Tales puestos serán identificados con el símbolo internacional de discapacidad y podrán ser ocupados por personas sin discapacidad, mientras no haya alguna que requiera su uso. Asimismo, esas unidades de transporte colectivo deben poseer estribos, escalones y agarraderos que brinden seguridad a los usuarios con discapacidad o movilidad reducida, teniendo rampa elevadora para sillas de ruedas en la puerta posterior.
- Descuentos del 50 % en pasajes de transporte terrestre, aéreo o acuático, siendo el Estado el responsable del subsidio correspondiente para garantizar este beneficio.
- Accesibilidad en terminales terrestres, puertos y aeropuertos.

Con estos beneficios, entre otros, la aprobación en Venezuela de la Ley para personas con Discapacidad significaría un claro ejemplo de inclusión social y nos colocaría al nivel de las grandes ciudades del mundo donde se valora al ser humano por lo que es y el aporte que pueda brindar a la sociedad, eliminando las barreras económicas, políticas, sociales, físicas y psicológicas que le impidan demostrar su potencial como persona integral.

Un Encuentro para apoyar (I)

Del 18 al 20 de octubre pasado, se celebró en la ciudad de Coro el III Encuentro Nacional de Estudiantes con Discapacidad pertenecientes al sector universitario. El evento, organizado por el Viceministerio de Políticas estudiantiles, la Universidad Central de Venezuela a través de su Cátedra libre Discapacidad y el Programa de Atención para estudiantes con discapacidad del Instituto Universitario de Tecnología Alonso Gamero, tuvo como escenario al Auditorio Ingeniero Pedro Laguna de esa casa de estudios.
Un nutrido grupo de jóvenes con discapacidades físicas compartieron sus experiencias como estudiantes de la UCV, UPEL, LUZ, IUTAG y URBE, dejando en claro que las limitaciones no están en el cuerpo sino en la mente de cada una de las personas, y que cuando el ser humano desea algo con ahínco, es capaz de conseguirlo sin importar los obstáculos que se le presenten.
Producto del análisis en ocho mesas de trabajo, docentes, estudiantes y público en general presentaron una serie de propuestas para ser incluidas en el Proyecto sobre el Derecho de las personas con discapacidad en Educación Superior coordinado por Lucía Pestana, quien estaba presente en el acto. Entre las sugerencias se encuentran las siguientes:
- Las instituciones universitarias deben adecuar sus instalaciones y eliminar las barreras arquitectónicas que impiden la movilidad de jóvenes con deficiencias visuales o motoras, ampliando el tamaño de los ascensores y de los baños para ubicar sillas de ruedas; construyendo rampas de acceso en cada una de las áreas de los edificios y puertas especiales en las unidades de transporte; dotando de mesas o pupitres adaptados a discapacidades motoras, y contando con tecnología de punta que facilite el estudio a las personas con discapacidad, tal como impresoras y grabadoras de Braille o lectores Kuzweil (máquina que convierte el texto escrito en voz humana sintetizada).
- Incluir como materias obligatorias en el currículo de todas las carreras universitarias la enseñanza de la Lengua de Señas Venezolana (LSV) y una cátedra sobre Discapacidad, con la finalidad de sensibilizar a todos los estudiantes sobre la realidad que viven estas personas y cómo pueden ayudarlas a lograr una perfecta integración social, además de reconocer el valor que poseen como individuos.
- Aunado a esto, se requiere capacitar a los docentes de educación superior para que sepan cómo enseñar y evaluar a sujetos con discapacidades, adquiriendo herramientas pedagógicas adecuadas y flexibilizando los planes de evaluación sin tener que favorecer a los alumnos sino equiparándolos con el resto del grupo.
- De igual manera, el bachiller Gregori Arango, en representación de la UCV, sugirió la conformación de grupos de estudiantes voluntarios para facilitarles las actividades académicas a jóvenes con discapacidad, en cuanto a la creación de textos, transcripciones en computadoras o lecturas de guías; instando al resto de los presentes a exigir sus derechos como estudiantes e individuos inmersos en una sociedad.
Con relación a esto, en las últimas semanas se ha estado debatiendo a nivel nacional el Proyecto de Ley para personas con Discapacidad, realizando consultas populares antes de ser aprobada en definitiva por la Asamblea Nacional. Como antecedente, la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 81 establece: “Toda persona con discapacidad o necesidades especiales tiene derecho al ejercicio pleno y autónomo de sus capacidades y a su integración familiar y comunitaria. El estado, con la participación solidaria de las familias y la sociedad, le garantizará el respeto a su dignidad humana, la equiparación de oportunidades, condiciones laborales satisfactorias, y promoverá su formación, capacitación y acceso al empleo acorde con sus condiciones, de conformidad con la ley. Se les reconoce a las personas sordas o mudas el derecho a expresarse y comunicarse a través de la lengua de señas venezolana”.
Ante la importancia del proyecto legal que promueve la inclusión social de las personas con discapacidad, es preciso conocer sus propuestas. En tal sentido, dicho documento (disponible en la página web de la AN) define discapacidad como “la condición compleja del ser humano constituida por factores biopsicosociales, que evidencia un déficit físico, mental, sensorial, intelectual o visceral que cause alteración fisiológica, a las limitaciones en la actividad, y restricciones en la participación”.
Por otra parte, se explica que las personas con discapacidad son todas aquellas que por causas congénitas o adquiridas presenten alguna alteración de sus capacidades sensoriales, motrices o intelectuales, de forma temporal o permanente, que impliquen desventajas para su participación e integración a la vida familiar y social. Reconociéndose entre ellas a las personas sordas y con discapacidad auditiva, ciegas y con discapacidad visual, sordociegas, con retardo mental, con discapacidad intelectual, con alteraciones de la integración y la capacidad cognoscitiva, autistas, amputadas, y con discapacidad motora de cualquier tipo.
En una próxima entrega se presentará un resumen de los derechos que serán adquiridos por las personas con discapacidad una vez promulgada la ley que las protegerá en el territorio venezolano.

La chica super poderosa ( y II)

En la primera parte de este artículo publicada la semana pasada, planteamos que la comunicación ejerce un enorme poder en la vida de los seres humanos. Gracias a ella estamos sobre la faz de la tierra, reproduciéndonos; evolucionando intelectual, cultural y tecnológicamente; estableciendo vínculos personales, sociales, políticos, religiosos y comerciales entre individuos y países; viviendo y disfrutando de la magia de la palabra oral y escrita, así como de la maravillosa expresión de la pintura y la escultura, entre otras manifestaciones artísticas.
Desde que el hombre pobló la tierra, se vio en la necesidad de establecer un vínculo con los otros individuos, pues se dio cuenta que no podía sobrevivir sin la ayuda de sus semejantes. Para ello debió buscar una forma de expresar sus deseos, necesidades y emociones, surgiendo así la comunicación.
Al principio de la historia, el hombre se relacionó con sus pares por medio de gestos, ruidos y gruñidos. Luego lo hizo a través de los signos pictóricos, plasmando en las paredes de las cuevas que habitaba, imágenes dibujadas sobre la jornada de caza. A esto se le denominó arte mural o rupestre, expresado en pinturas, grabados y relieves. Data de la Era del Paleolítico Superior, y se ha conservado en las cuevas originarias existentes en diversos países de Europa. Las primeras pinturas conocidas del arte rupestre fueron las de la cueva de Altamira, ubicada en la provincia de Santander en España.
Posiblemente fue el toque del tambor, instrumento musical con mayor antigüedad, lo que dio lugar al primer código de señales acústicas. Tal vez, siglos más tarde, del sonido se pasó a la luz del fuego como señal visible, para establecer una comunicación entre tribus o pobladores separados por la distancia; constituyéndose así el uso del humo durante el día y de la llama del fuego durante la noche, en la primera señal visual conocida. Existen pruebas fehacientes de la utilización del humo como recurso de comunicación de algunas tribus de Norteamérica.
Renny Yagosesky (2001) plantea que de acuerdo con algunos estudios antropológicos, el origen de la comunicación humana se puede explicar mediante dos teorías: la Teoría Onomatopéyica, según la cual el hombre comenzó a hablar imitando los sonidos de la naturaleza, y la Teoría de las Interjecciones, que nos dice que el ser primitivo emitió los primeros sonidos articulados por la necesidad que tuvo de expresar lo que sentía, es decir, sus emociones y sentimientos.
Con el desarrollo del cerebro, el hombre aprendió a designar los objetos con ciertos sonidos y les dio nombres con los cuales se relacionaba. Pero debieron pasar 800 mil años para que el hombre pudiera desarrollar la capacidad de expresar sonidos completos en forma de palabras y oraciones comprensibles.
Una vez surgido el lenguaje hablado, el hombre se dio cuenta que necesitaba que sus emociones, ideas, pensamientos, actividades de supervivencia y comerciales, permanecieran en el tiempo y pudieran ser conocidas por su entorno y por las generaciones futuras, por tal razón inventó la escritura.
Se considera que el hombre comenzó a comunicarse por medio de la escritura hace 5 o 6.000 años a. C. Los primeras escritos conocidos fueron realizados por los egipcios y los mesopotamios hace aproximadamente cuatro mil años a.C.
Al principio, los signos fueron sólo dibujos de objetos, y su finalidad era referirse a esos objetos o expresar una idea sugerida. Así, por ejemplo, el dibujo del disco solar podía significar el Sol, pero también la idea de día. Esta manera de escribir, rudimentaria y simple, es conocida con el nombre de escritura pictográfica, es decir, escritura pintada. En Egipto y Mesopotamia, las primitivas escrituras también fueron pictográficas, pero luego esto cambió. Los signos dejaron de ser representación del objeto dibujado o de una idea para expresar, en cambio, el sonido de la palabra correspondiente a ese objeto. El dibujo del disco solar ya no representó al Sol o al día, sino al sonido de la sílaba sol.
Hacia el año 1000 a.C. los fenicios, pueblo comerciante de Oriente, inventó el primer alfabeto, del que, a través de griegos y romanos, deriva el nuestro.
En el transcurso del tiempo el lenguaje hablado y el escrito sufrieron una serie de cambios que los convirtieron en lo que son hoy en día. Según algunos investigadores, mientras el hombre evolucionó, experimentó cambios en su cerebro y en varios órganos relacionados con el sonido de la voz, tales como las cuerdas vocales, los huesos maxilares, y los músculos que permitían el movimiento de las partes responsables del habla.
A lo largo de los años, el hombre se dio cuenta que el contenido del mensaje transmitido a través de la palabra escrita o hablada, o por medio del lenguaje corporal, podía provocar reacciones positivas o negativas en el individuo receptor de ese mensaje.
La manera cómo nos expresamos, miramos o nos acercamos al resto de los hombres cuando entablamos una comunicación personal puede resultar agresiva o adecuada para ellos, de acuerdo con las palabras o gestos que empleemos y la manera cómo los damos a conocer.
Sabemos que la comunicación es fundamental en la vida, y sin ella no existiría la sociedad tal como la conocemos en la actualidad. Tampoco se lograría la resolución de conflictos ni la satisfacción de nuestras necesidades humanas.
La próxima semana trataremos el tema de la comunicación asertiva, la agresiva y la pasiva. ¿Cómo es tu estilo de comunicación?, pronto lo sabrás…¡Hasta la vista!

La chica super poderosa (I)

Gracias a ella se logra resolver problemas, establecer acuerdos, conquistar a la persona que nos atrae, sumar amigos, expresar nuestras ideas y hacer que el mundo gire cada día. También es la culpable –si no es bien manejada o si poco se manifiesta- de rupturas sentimentales, divorcios, malentendidos y conflictos personales, laborales, e incluso organizacionales. Es tan poderosa que puede deshacer, reanudar, fortalecer o debilitar las relaciones diplomáticas entre países.
Cuando es oportuna puede evitar crisis, pero cuando llega retardada o simplemente “no llega”, es capaz de generar caos.
Por ella estamos aquí, viviendo y disfrutando de los amplios beneficios que su tecnología nos ofrece. ¿A qué me refiero?, por supuesto que a la comunicación; cuyo poder es tan inmenso que ha logrado mover el mundo con sólo mencionarla.
Iraset Páez Urdaneta (Comunicación, lenguaje humano y organización del código lingüístico, 1995) plantea que la palabra “comunicación” proviene del latín communicare, e incluye las acepciones de “compartir” y “hacer común o público”.
En este sentido, Adolfo Carreto Hernández (Lengua y Comunicación, 1995) la define como “cualquier tipo de acción por medio de la cual un individuo hace participar a otro u otros individuos, utilizando los elementos que tienen en común, de las experiencias y estímulos del entorno”.
Como ya lo sabemos, la comunicación humana implica una relación de intercambio entre dos personas (o más) en la cual el mensaje fluye en ambas direcciones: “yo emito mi planteamiento, lo escuchas, luego tú emites el tuyo, yo lo capto con atención, analizamos ambas ideas y llegamos a un acuerdo”.
Me refiero a la comunicación humana, porque Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) afirma que existe comunicación en varios niveles de la naturaleza:
* La comunicación biológica, que se produce entre los seres vivos y el ambiente, por ejemplo, cuando respiramos o durante el proceso de fotosíntesis de las plantas.
* La comunicación animal, que se produce cuando miembros de distintas especies de animales no humanos sienten necesidad de aparearse para conservar la especie, desafiar a sus rivales, marcar territorio, llamar a las crías o alertar la presencia de un depredador. Los animales se comunican entre sí por medio de un conjunto de símbolos llamados impulsos biológicos no racionales, pero no desarrollan un lenguaje estructurado como el ser humano.
* La comunicación humana es el tipo de comunicación que involucra un alto nivel de consciencia y acción voluntaria o intencional. Yagosesky la define como “el proceso de relación, mediante el cual expresamos y compartimos nuestra visión de la realidad, con la intención, consciente o no, de influir en los pensamientos, actitudes y comportamientos de quienes nos rodean”.
El autor señala que todo lo que decimos a los demás primero nos lo decimos a nosotros mismos en forma de pensamientos. A esto se le denomina Comunicación Intrapersonal (dentro de la persona), y tiene como finalidad analizar la importancia y pertinencia del mensaje a transmitir, para luego establecer una relación con los otros, mediante la Comunicación Interpersonal (entre personas).
El hombre es el único animal que puede utilizar símbolos para comunicarse, tales como palabras, dibujos, grafismos o números. Sólo él puede transmitir pensamientos, sentimientos, deseos y actitudes, comprendiendo e interpretando los diversos mensajes con los cuales es bombardeado a diario.
Pero aunque tenemos la facultad de comunicarnos por medio de las palabras, la escritura o los gestos, muchos de nosotros no sabemos emplear estos recursos al máximo. Nos resulta difícil conseguir las palabras adecuadas para expresar un sentimiento o alguna idea en un momento determinado; nuestra mente se queda en blanco al tener que redactar algún documento o no logramos coordinar nuestros pensamientos coherentemente; peor aún, decimos que nos sentimos bien, cómodos y felices, cuando nuestra espalda encorvada, hombros caídos y rostro demacrado manifiestan todo lo contrario.
Te invito a conocer los super poderes de esta chica, de ti depende aprovecharlos para lograr unas mejores relaciones. ¡Hasta la vista!

Belleza mancillada

Así como al conducir un auto, compartir la mesa con varios comensales, participar en una reunión laboral o practicar alguna disciplina deportiva debemos cumplir con una serie de normas; al comunicarnos por medio del lenguaje escrito hay que acatar ciertos lineamientos, los cuales se traducen en reglas ortográficas.
Aunque las formas de lenguaje más utilizadas en el diario acontecer son el oral y el corporal, es el lenguaje escrito el que perdura en el tiempo y quizás el que tiene mayor validez, por aquello de “las palabras se las lleva el viento” o que “papel firmado es hombre amarrado”.
Lo que aprendemos sobre las normas de ortografía en nuestra infancia es fundamental, y marcará nuestra “historia escrita”, pero no por otros, sino por nosotros mismos.
En mi reciente experiencia como docente universitaria me he topado más que con simples errores, con verdaderos “horrores” al escribir, los cuales resultan muy molestos al lector. A continuación transcribiré en negritas algunas de las palabras que los bachilleres con los que he trabajado, han dejado en informes, exámenes, ejercicios y resúmenes, como prueba irrefutable de las fallas que traen desde sus primeros años de escuela:
De un tiempo para acá muchas veces me he preguntado si una persona será más homrrada que aquella que sólo cuenta con la n y una r para ser calificada como poseedora de esta virtud.
Recientemente fui a coonversar con mi ginecólogo sobre la posibilidad de que un envaraso -escrito así- nos mantenga ajitadas por un tiempo menor a los nueve meses, sin que implique un riesgo para la madre y el bebé.
Haora debo ser cin sera y no sentirme nerbiosa, pues es nolmal que cometamos errores al pronunciar algunas palabras, pero cuando lo hacemos al escribir, la responzavilidad recae no sólo en nosotros, sino también en los adultos que participaron en nuestra crianza y educación.
Un error ortográfico equivale a una mancha en un blanco vestido de novia; quizás una pequeña pasaría inadvertida, pero al unirse varias manchas diminutas, forman una grande, y los invitados a la boda no podrán obviar lo susio del traje.
La costumbre de no leer, es la causa por la cual algunos jóvenes son capaces de escribir de manera errónea el nombre de una enfermedad tan comentada y conocida mundialmente como lo es el Cidad (sí, acertaron, el bachiller quiso referirse al Sida).
Espero que a pesar de su ortografía, aquellos que escribieron albor cuando querían referirse a un árbol, primabera, nédtar y sohológico, sean conscientes y no maltraten a la naturaleza como lo hacen con el idioma.
Mientras tanto, debemos seguir orientando a los niños y jóvenes sobre cómo corregir sus fallas en el lenguaje escrito y oral, además de inculcarles el interés por la lectura desde que empiezan a balbucear sus primeras palabras, pues los padres deben estar conscientes que en un mundo tan competitivo como éste la educación de los niños es primordial, y que la manera de hablar y de escribir proyecta la imagen de una persona, revelando su nivel cultural. Así que deben ser más severos con la ortografía que practican sus hijos, para que el día de mañana no se tenga que remitir su lenguaje a un kirófano, tratando de devolverle la veyeza perdida.

El hombre que todos debemos ser

Debo confesarlo, conozco muy poco sobre William Shakespeare, Moliere, las tragedias griegas, Otelo, Hamlet, o Romeo y Julieta. Tampoco sé sobre proyección de la voz, actuación, ni el método Stanislavski. Sólo sé que conocí a un hombre en el que la historia del teatro, su esencia, su magia, y las emociones que allí se experimentan se reunían, convirtiéndose en la piel, los huesos y los vellos que conformaban su cuerpo.
Un hombre de teatro, de literatura, de música y de títeres. Un hombre de risas y de ocurrencias, que ante los ojos de los demás ocultaba sus posibles tristezas y soledades, para reconfortarnos siempre con sus salidas brillantes y su picardía de niño grande, cubierta –sin embargo- de una sabiduría innegable. Un hombre de alta sensibilidad y un amplio bagaje cultural, experto en el arte de las tablas y del amor al prójimo.
Maestro de maestros. Ejemplo de entrega desinteresada y de desprendimiento material. ¿Por qué los seres humanos insistimos en aferrarnos a las cosas banales, superfluas, que aunque quizás hagan la vida más cómoda, no la hacen realmente placentera y exitosa?
Quienes tuvimos la dicha de conocerlo, sabíamos que podía maravillarse ante la sutileza de una imagen, la armonía fonética de una palabra o la intensidad de un texto. Acostumbrados a verlo en el lugar de siempre, preguntábamos por él al no encontrarlo donde era de esperarse. Ahora se fue; ya su físico no está con nosotros, pero su recuerdo y su grandeza espiritual permanecerán imborrables en nuestros corazones y en nuestras mentes.
Quienes algunas vez cruzamos pocas o muchas palabras con él, seguro recordaremos alguna frase brillante o un piropo bañado de la poesía que de sus labios brotaba de manera incesante.
Tal vez no se lo dije en vida, pero estoy segura que el respeto, la admiración y el afecto que sentía por él lo experimentó varias veces mientras conversábamos o simplemente lo escuchaba.
Discúlpeme profesor, pero ahora ya no lo extrañaremos cuando no lo veamos en su silla leyendo el periódico o preparando el café; pero es que no se puede extrañar a un hombre que se quedó en nuestra alma y que nos acompañará hasta el fin de nuestros días y más allá. Él se fue, pero nos quedan sus comentarios graciosos, sus juegos de palabras, sus lecciones de vida, su sonrisa barbuda y su inimitable ejemplo de humildad y de grandeza…¿Qué más podemos pedir si nos quedó la magia infinita de Carlos Miranda?

La ciudad (y II)

Tal vez era influencia de los políticos, de la tecnología, de la televisión, de los medios impresos, de las películas, de los videojuegos, de los padres, de los hermanos, de los maestros o de los amigos -aún no se ha determinado la causa- pero los niños de esa ciudad ya no eran como los infantes que aún se conseguían en otras ciudades del país y del mundo.
Ya no reían y jugaban con inocencia, maravillándose de cada elemento que descubrían en su entorno. No se bañaban en la lluvia, no jugaban con las pelotas o al escondite, no saltaban la cuerda, ni leían cuentos repletos de imágenes de princesas, lobos, dragones o naves espaciales.
No. Se habían convertido en seres irreconocibles, aislados del mundo que los rodeaba, permaneciendo conectados a una máquina que, según los expertos, representaba una ventana al conocimiento, siempre y cuando tuviera la cuenta del servicio al día.
Además, cada pequeño tenía un aparato telefónico portátil que, por supuesto, debía ser de última generación, permitiéndole tomar fotografías, grabar videos, y almacenar su música favorita, la cual –aparentemente- estaba dedicada al mejor amigo del hombre, porque constantemente hacía referencia al “perreo”, y quien no estaba en “onda”, se convertía en el centro de las burlas de sus compañeros.
Los que estudiaban, ya no se sentían seguros en los colegios ni liceos, pues podían ser víctimas de personas inescrupulosas que los grababan o fotografiaban, sugiriéndoles cometer actos propios de las personas mayores y que sólo un adulto, con la madurez que debe caracterizarlo, es capaz de hacer conscientemente.
Esos niños y niñas, que ya no eran tales, se estaban convirtiendo en seres grises, sus almas estaban siendo arrastradas por la vorágine de la ciudad. Iban perdiendo su capacidad de asombro y ya no querían disfrutar de la naturaleza jugando al aire libre.
Pero es que tampoco había dónde hacerlo. Con el tiempo, la ciudad se transformaba en una mole de concreto. Los gobernantes construían parques y los inauguraban con bombos y platillos, en medio de un espectáculo de fuegos artificiales; pero apenas contaban con unas pocas plantas y arbolitos de aspecto lánguido, que en vez de crecer, iban extinguiéndose con el paso de los días, pese al exorbitante monto de dinero invertido.
Esos parques “familiares” que pretendían enrumbar a la ciudad hacia una verdadera “metrópoli” (según la campaña informativa del gobierno) carecían de juegos infantiles. No existían toboganes, ruedas, estructuras para escalar, balancines, sillas para columpiarse, áreas para jugar fútbol o béisbol, ni donde la familia en pleno pudiera pasar la tarde disfrutando de la alegría de permanecer unida.
Por donde se mirara surgían nuevas edificaciones, todas ellas con fines comerciales, que evidenciaban el carácter mercantilista de sus inversores y dueños, dejando claro su bajo nivel de respeto, responsabilidad y compromiso hacia las comunidades.
Los colores brillantes, los paisajismos, los lugares recreativos, el amor por la naturaleza y la sensibilidad social parecían ser sepultados por los constructores de la ciudad.
De seguir así, tal como lo afirmaba uno de los ancianos fundadores de esas tierras y quien pronto cumpliría 106 años de vida, los habitantes de la zona empezarían a morir poco después de nacer, con un cuerpo físico que poblaría la región, pero huérfanos de la esencia humana que impregna cada milímetro del universo y nos convierte en seres perennes para quienes nos amaron.
Si con el transcurrir del tiempo la situación no cambiaba, todos la conocerían como una ciudad perdida, triste, desolada…prácticamente sin alma, mientras que sus gobernantes (definitivamente muertos en vida) continuarían realizando lo que sólo ellos saben hacer mejor que nadie.

La ciudad ( I )

Anclada a orillas del mar, la ciudad era conocida por sus hermosas playas y su pujante actividad comercial. Los numerosos turistas que la visitaban quedaban maravillados por sus paisajes, la calidez de su gente y el crecimiento inminente de aquella tierra, pero se marchaban decepcionados de sus pésimos servicios básicos y la pobreza de su infraestructura turística.
La delincuencia imperaba en el sitio, lo que antes era una ciudad tranquila, apacible, con la llegada del comercio y el crecimiento económico se convirtió en un lugar sin ley, sin seguridad: una triste parodia de desarrollo.
Sus gobernantes, como en otras tantas ciudades del mundo, no eran quienes aparentaban ser. La mentira, la envidia, la maleficencia, la estafa, el robo, la corrupción y la extorsión eran su punta de lanza, aunque ante el electorado trataban de irradiar un aura de honestidad y bondad.
Los que habían ocupado distintos cargos en la administración pública ahora tenían puestos de mayor poder y responsabilidad, pero la ineptitud mostrada en su antigua gestión, junto con la mediocridad y el nulo sentido de compromiso, los convertía en los payasos del circo en que se había transformado el gobierno.
Atrás habían quedado los pantalones todo terreno, las franelas de “precios solidarios”, las gorras, los zapatos de goma, el bolsito de explorador colgado a la cintura, y el andar por los pasillos de las sedes gubernamentales cobrando un salario sin trabajar.
Ahora, el puesto de alta jerarquía era acompañado de “un rediseño de imagen”: sacos de colores sobrios, camisas blancas o franelas de marcas reconocidas, pantalones haciendo juego, zapatos bien lustrados, lentes correctivos que brindaban un aire de sofisticación e intelectualidad, además de un léxico renovado y la presentación de proyectos, declaraciones a la prensa, participación en comisiones y visitas a las comunidades para hacer promesas que seguramente irían al baúl del olvido y de las obras inconclusas.
Nueva imagen, autos recién comprados, mucho bla bla bla, y lo mismo de siempre: pocos resultados y escaso esfuerzo, así como falta de amor, dedicación, empeño y honradez. Era como si en su código genético llevaran inscrito el facilismo, el jalamecatismo, la adulación, el engaño y el histrionismo. ¿Con qué basamentos podían ufanarse de sus actos si cuando fueron jefes de departamento o de oficina nunca cumplieron con sus obligaciones? “No dieron la talla”, decían algunos.
A pesar de esto, los habitantes albergaban grandes esperanzas y continuaban creyendo en sus políticos. Pero los gobernantes no merecían tal apoyo, pues no confiaban ni en sí mismos. Tras las “ayudas económicas a la comunidad” y “las obras de gran envergadura” existían negocios a puerta cerrada, pases de factura, cobro de comisiones, trámites ilícitos, desviación de fondos, entre otras marramuncias, lo cual demostraba la ausencia de ética, de valores morales, falta de conciencia ciudadana, pobreza de espíritu y amor desmedido por el dinero.
Pero esto no era novedoso. Hasta aquí todo normal. “De donde venimos también ocurre lo mismo”, “Esto es común en muchos países; en unos más que en otros, claro”, afirmaban las personas que visitaban la ciudad, y hasta los residentes en ella. Sin embargo, había un asunto que realmente dejaba atónitos a propios y extraños por igual: la ciudad no tenía niños.
Efectivamente, en aquella urbe existían pequeños seres con la edad, tamaño y fisonomía propia de los infantes, pero no se comportaban como tales. Parecían niños, pero no actuaban como niños. Se comportaban como adultos, hablaban como adultos y hacían cosas de adultos, sin realmente serlo. A pesar de eso, tampoco eran niños.

(Continuará…)

La chica super poderosa ( y II)

En la primera parte de este artículo publicada la semana pasada, planteamos que la comunicación ejerce un enorme poder en la vida de los seres humanos. Gracias a ella estamos sobre la faz de la tierra, reproduciéndonos; evolucionando intelectual, cultural y tecnológicamente; estableciendo vínculos personales, sociales, políticos, religiosos y comerciales entre individuos y países; viviendo y disfrutando de la magia de la palabra oral y escrita, así como de la maravillosa expresión de la pintura y la escultura, entre otras manifestaciones artísticas.
Desde que el hombre pobló la tierra, se vio en la necesidad de establecer un vínculo con los otros individuos, pues se dio cuenta que no podía sobrevivir sin la ayuda de sus semejantes. Para ello debió buscar una forma de expresar sus deseos, necesidades y emociones, surgiendo así la comunicación.
Al principio de la historia, el hombre se relacionó con sus pares por medio de gestos, ruidos y gruñidos. Luego lo hizo a través de los signos pictóricos, plasmando en las paredes de las cuevas que habitaba, imágenes dibujadas sobre la jornada de caza. A esto se le denominó arte mural o rupestre, expresado en pinturas, grabados y relieves. Data de la Era del Paleolítico Superior, y se ha conservado en las cuevas originarias existentes en diversos países de Europa. Las primeras pinturas conocidas del arte rupestre fueron las de la cueva de Altamira, ubicada en la provincia de Santander en España.
Posiblemente fue el toque del tambor, instrumento musical con mayor antigüedad, lo que dio lugar al primer código de señales acústicas. Tal vez, siglos más tarde, del sonido se pasó a la luz del fuego como señal visible, para establecer una comunicación entre tribus o pobladores separados por la distancia; constituyéndose así el uso del humo durante el día y de la llama del fuego durante la noche, en la primera señal visual conocida. Existen pruebas fehacientes de la utilización del humo como recurso de comunicación de algunas tribus de Norteamérica.
Renny Yagosesky (2001) plantea que de acuerdo con algunos estudios antropológicos, el origen de la comunicación humana se puede explicar mediante dos teorías: la Teoría Onomatopéyica, según la cual el hombre comenzó a hablar imitando los sonidos de la naturaleza, y la Teoría de las Interjecciones, que nos dice que el ser primitivo emitió los primeros sonidos articulados por la necesidad que tuvo de expresar lo que sentía, es decir, sus emociones y sentimientos.
Con el desarrollo del cerebro, el hombre aprendió a designar los objetos con ciertos sonidos y les dio nombres con los cuales se relacionaba. Pero debieron pasar 800 mil años para que el hombre pudiera desarrollar la capacidad de expresar sonidos completos en forma de palabras y oraciones comprensibles.
Una vez surgido el lenguaje hablado, el hombre se dio cuenta que necesitaba que sus emociones, ideas, pensamientos, actividades de supervivencia y comerciales, permanecieran en el tiempo y pudieran ser conocidas por su entorno y por las generaciones futuras, por tal razón inventó la escritura.
Se considera que el hombre comenzó a comunicarse por medio de la escritura hace 5 o 6.000 años a. C. Los primeras escritos conocidos fueron realizados por los egipcios y los mesopotamios hace aproximadamente cuatro mil años a.C.
Al principio, los signos fueron sólo dibujos de objetos, y su finalidad era referirse a esos objetos o expresar una idea sugerida. Así, por ejemplo, el dibujo del disco solar podía significar el Sol, pero también la idea de día. Esta manera de escribir, rudimentaria y simple, es conocida con el nombre de escritura pictográfica, es decir, escritura pintada. En Egipto y Mesopotamia, las primitivas escrituras también fueron pictográficas, pero luego esto cambió. Los signos dejaron de ser representación del objeto dibujado o de una idea para expresar, en cambio, el sonido de la palabra correspondiente a ese objeto. El dibujo del disco solar ya no representó al Sol o al día, sino al sonido de la sílaba sol.
Hacia el año 1000 a.C. los fenicios, pueblo comerciante de Oriente, inventó el primer alfabeto, del que, a través de griegos y romanos, deriva el nuestro.
En el transcurso del tiempo el lenguaje hablado y el escrito sufrieron una serie de cambios que los convirtieron en lo que son hoy en día. Según algunos investigadores, mientras el hombre evolucionó, experimentó cambios en su cerebro y en varios órganos relacionados con el sonido de la voz, tales como las cuerdas vocales, los huesos maxilares, y los músculos que permitían el movimiento de las partes responsables del habla.
A lo largo de los años, el hombre se dio cuenta que el contenido del mensaje transmitido a través de la palabra escrita o hablada, o por medio del lenguaje corporal, podía provocar reacciones positivas o negativas en el individuo receptor de ese mensaje.
La manera cómo nos expresamos, miramos o nos acercamos al resto de los hombres cuando entablamos una comunicación personal puede resultar agresiva o adecuada para ellos, de acuerdo con las palabras o gestos que empleemos y la manera cómo los damos a conocer.
Sabemos que la comunicación es fundamental en la vida, y sin ella no existiría la sociedad tal como la conocemos en la actualidad. Tampoco se lograría la resolución de conflictos ni la satisfacción de nuestras necesidades humanas.
La próxima semana trataremos el tema de la comunicación asertiva, la agresiva y la pasiva. ¿Cómo es tu estilo de comunicación?, pronto lo sabrás…¡Hasta la vista!

La chica super poderosa (I)

Gracias a ella se logra resolver problemas, establecer acuerdos, conquistar a la persona que nos atrae, sumar amigos, expresar nuestras ideas y hacer que el mundo gire cada día. También es la culpable –si no es bien manejada o si poco se manifiesta- de rupturas sentimentales, divorcios, malentendidos y conflictos personales, laborales, e incluso organizacionales. Es tan poderosa que puede deshacer, reanudar, fortalecer o debilitar las relaciones diplomáticas entre países.
Cuando es oportuna puede evitar crisis, pero cuando llega retardada o simplemente “no llega”, es capaz de generar caos.
Por ella estamos aquí, viviendo y disfrutando de los amplios beneficios que su tecnología nos ofrece. ¿A qué me refiero?, por supuesto que a la comunicación; cuyo poder es tan inmenso que ha logrado mover el mundo con sólo mencionarla.
Iraset Páez Urdaneta (Comunicación, lenguaje humano y organización del código lingüístico, 1995) plantea que la palabra “comunicación” proviene del latín communicare, e incluye las acepciones de “compartir” y “hacer común o público”.
En este sentido, Adolfo Carreto Hernández (Lengua y Comunicación, 1995) la define como “cualquier tipo de acción por medio de la cual un individuo hace participar a otro u otros individuos, utilizando los elementos que tienen en común, de las experiencias y estímulos del entorno”.
Como ya lo sabemos, la comunicación humana implica una relación de intercambio entre dos personas (o más) en la cual el mensaje fluye en ambas direcciones: “yo emito mi planteamiento, lo escuchas, luego tú emites el tuyo, yo lo capto con atención, analizamos ambas ideas y llegamos a un acuerdo”.
Me refiero a la comunicación humana, porque Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) afirma que existe comunicación en varios niveles de la naturaleza:
* La comunicación biológica, que se produce entre los seres vivos y el ambiente, por ejemplo, cuando respiramos o durante el proceso de fotosíntesis de las plantas.
* La comunicación animal, que se produce cuando miembros de distintas especies de animales no humanos sienten necesidad de aparearse para conservar la especie, desafiar a sus rivales, marcar territorio, llamar a las crías o alertar la presencia de un depredador. Los animales se comunican entre sí por medio de un conjunto de símbolos llamados impulsos biológicos no racionales, pero no desarrollan un lenguaje estructurado como el ser humano.
* La comunicación humana es el tipo de comunicación que involucra un alto nivel de consciencia y acción voluntaria o intencional. Yagosesky la define como “el proceso de relación, mediante el cual expresamos y compartimos nuestra visión de la realidad, con la intención, consciente o no, de influir en los pensamientos, actitudes y comportamientos de quienes nos rodean”.
El autor señala que todo lo que decimos a los demás primero nos lo decimos a nosotros mismos en forma de pensamientos. A esto se le denomina Comunicación Intrapersonal (dentro de la persona), y tiene como finalidad analizar la importancia y pertinencia del mensaje a transmitir, para luego establecer una relación con los otros, mediante la Comunicación Interpersonal (entre personas).
El hombre es el único animal que puede utilizar símbolos para comunicarse, tales como palabras, dibujos, grafismos o números. Sólo él puede transmitir pensamientos, sentimientos, deseos y actitudes, comprendiendo e interpretando los diversos mensajes con los cuales es bombardeado a diario.
Pero aunque tenemos la facultad de comunicarnos por medio de las palabras, la escritura o los gestos, muchos de nosotros no sabemos emplear estos recursos al máximo. Nos resulta difícil conseguir las palabras adecuadas para expresar un sentimiento o alguna idea en un momento determinado; nuestra mente se queda en blanco al tener que redactar algún documento o no logramos coordinar nuestros pensamientos coherentemente; peor aún, decimos que nos sentimos bien, cómodos y felices, cuando nuestra espalda encorvada, hombros caídos y rostro demacrado manifiestan todo lo contrario.
Te invito a conocer los super poderes de esta chica, de ti depende aprovecharlos para lograr unas mejores relaciones. ¡Hasta la vista!

¿Lobo, oveja o pastor?: descubre tu estilo ( y II)

La semana pasada, en la primera parte de este artículo, hice referencia a tres estilos de comunicación: el agresivo, el pasivo y el asertivo, comparándolos con el comportamiento de un lobo, una oveja y un pastor.
Expuse que la asertividad consiste en la capacidad de expresar las opiniones, sentimientos y emociones de manera oportuna, sincera y sin agredir a nadie. En cambio, la agresividad comunicativa se basa en el ataque para minimizar la opinión del otro; mientras que la pasividad consiste en restarle importancia a las ideas y sentimientos propios para hacer lo que los demás nos propongan u ordenen.
En esta ocasión diferenciaré con mayor detenimiento cada uno de los estilos de comunicación planteados, basándome en el libro “Dar en el blanco. Una guía para una vida positiva.”escrito por Beverly Hare (1992), y en la revista española Psicología al Día (Nº 61, mayo 2004).
En primer lugar, las personas agresivas suelen decir: “Te callas o te callo”, acostumbran a alzar la voz, pueden emplear un tono sarcástico, y su contacto visual es directo y retador, expresando furia.
A menudo invaden el espacio personal del otro acercándosele demasiado, mantienen el cuerpo encogido, agitan los brazos con violencia, señalan con el dedo de manera acusadora o apoyan las manos en las caderas.
Los agresivos pueden asumir una actitud sobreprotectora, hasta el punto de creerse dueños de sus familiares o pareja. Su rabia interna puede llevarlos a asesinar o a la autodestrucción, impulsándolos a consumir drogas.
Debido a estas características la gente les huye, porque no es agradable estar cerca de una persona que no deja de discutir, y con frecuencia sus amistades pueden estar basadas en el interés.
Por otra parte, los individuos con un estilo de comunicación pasivo acostumbran a decir:
“Lo que tú digas está bien”, siempre hacen lo que los amigos les indican; rara vez hablan y cuando lo hacen su voz es apenas audible o tiene un tono quejumbroso; evitan el contacto directo con los ojos, desviando la mirada; juegan ansiosamente con sus accesorios o con su cabello, se retuercen las manos, sonríen con nerviosismo, arrastran los pies y mantienen los hombros encogidos.
Este tipo de personas evitan discusiones, porque se angustian cuando se les confronta, por tal razón son bien aceptadas, pues los demás pueden decirles lo que se les antoje sin ser criticados.
En cambio, los sujetos asertivos expresan sin dificultad frases como: “Disculpa, no estoy de acuerdo”, actuando a favor de sus propios intereses sin sentirse equivocados o frustrados, pues se responsabilizan de sus sentimientos, conducta y realidad.
Saben aceptar y respetar otros puntos de vista y expresar los propios, buscan pactar, piden lo que necesitan, dicen lo que no les gusta y lo que sienten.
Asimismo, cuando hablan con otra persona mantienen un contacto visual directo, su cuerpo tiende a estar tranquilo y relajado, conservan una postura erguida y los hombros rectos, su voz es firme o cálida según la situación, mantienen una distancia adecuada del otro y realizan gestos con sus manos que subrayan las palabras.
Una de las características más relevantes de las personas con un estilo de comunicación asertivo es que emplean mensajes en primera persona como: yo pienso, creo, siento, me gusta o no me gusta, para expresar sus sentimientos, pensamientos, creencias y valores.
Los mensajes en primera persona son claros y no dan lugar a malentendidos, porque se expresan los sentimientos y se explican las conductas que nos hacen sentir así, sin atacar ni juzgar al otro.
Cuando nos sentimos atacados por otros, experimentamos un deseo natural de defendernos o de devolver el ataque. Dado que un mensaje en primera persona no constituye un ataque contra el otro individuo, su necesidad de defenderse o contraatacar disminuirá, aumentando así la posibilidad de establecer una verdadera comunicación.
Definitivamente la asertividad es el estilo ideal para comunicarse, porque permite que manifestemos nuestras ideas, emociones y sentimientos de manera oportuna, respetándonos y respetando a los otros, manteniendo la armonía y logrando una relación ganar-ganar. ¡Hasta la vista!

¿Lobo, oveja o pastor?: descubre tu estilo (I)

Hablamos, conversamos y exponemos nuestras ideas todos los días, relacionándonos con varias personas por medio del lenguaje oral y el corporal. Nos comunicamos con nuestros familiares, parejas, compañeros de trabajo, amigos, vecinos, clientes, jefes, empleados y hasta con desconocidos, con sólo una mirada, un movimiento de manos o un sencillo hola.
Tal vez no nos demos cuenta que con frecuencia ofendemos con nuestras palabras o gestos a las personas de nuestro entorno. Quizás, el lenguaje que usamos es el culpable de que nos vean como unas personas débiles y sin criterio, o posiblemente hemos logrado respeto y consideración por saber defender nuestras ideas sin atropellar a nadie.
Muchas veces me he preguntado –y seguro ustedes también- si mi estilo de comunicación es el correcto. Al analizarme, descubro que en ciertas ocasiones me he comportado como un lobo, en otras he sido una oveja, y que finalmente, he aprendido a conducirme como un pastor. ¿No entienden lo que les planteo? Pues me refiero a tres estilos distintos de comunicación: el agresivo, el pasivo y el asertivo.
A. J. Lange y P. Jakubowski, citados por Beverly Hare (Dar en el blanco. Una guía para una vida positiva. 1992) afirman que “la asertividad se ha definido como el defender los derechos personales y expresar los pensamientos, sentimientos y convicciones de una forma directa, sincera y oportuna, sin violar los derechos de otra persona”.
En la misma tónica, la revista española Psicología al Día (Nº 61, mayo 2004) define la asertividad como “la capacidad de expresar opiniones, sentimientos y emociones, defendiendo los derechos propios ante los demás sin agredir ni ser agredido”.
En este sentido, cuando somos asertivos nos expresamos tomando en cuenta a nosotros mismos y a las otras personas. Conservamos nuestra autoestima en un nivel elevado y tratamos a los otros con respeto, estableciendo una interacción entre iguales, pues no nos dejamos humillar, ni tratamos de dominar a los otros.
Una persona asertiva sabe en todo momento dónde finalizan los derechos de los demás y comienzan los propios, y puede calibrar la situación sin situarse ni por encima ni por debajo de los individuos con los que se relaciona, por eso sabe cuándo decir: “Disculpa, no estoy de acuerdo”, y busca establecer una relación en la que ambas personas salgan ganando.
La asertividad es una habilidad comunicativa que puede aprenderse. Para ello hay que saber lo que es y poder distinguirla de la agresividad y la pasividad, las cuales constituyen conductas no asertivas.
Una persona con estilo agresivo ataca, impone, acusa, amenaza, y no toma en cuenta los sentimientos de los demás, ella dice: “Te callas o te callo”, porque el objetivo de la comunicación agresiva es anular la opinión del contrario para no ser cuestionado o rebatido.
Hare plantea que la agresividad establece una situación en la que sólo se puede ganar o perder: yo voy a ganar y tú vas a perder. ¡Yo tengo razón y tú estás equivocado! Los siguientes mensajes agresivos reflejan el aspecto de ganar o perder:
“Esto es lo que pienso: eres un estúpido si piensas lo contrario.”
“Esto es lo que quiero: no importa lo que puedas querer tú.”
“Esto es lo que siento: poco importan tus sentimientos.”
En cambio, la persona pasiva permite que los demás “la pisen”, es decir, hace lo que le dicen sin tenerse en cuenta a sí misma. Sacrifica sus opiniones y sus sentimientos porque cree que no son lo suficientemente importantes. Su frase favorita es: “Lo que tú digas está bien”. En este sentido, la pasividad implica el violar los derechos propios al no expresar con sinceridad los sentimientos y pensamientos.
¡Qué maravilloso sería el mundo si todos fuéramos asertivos! Pero lo cierto es que muy pocas personas han logrado desarrollar en un 100 % esta habilidad. Seguro que ya determinaron su estilo de comunicación, si quieren conocer un poco más sobre este interesante tema no dejen de leerme la próxima semana.

Mi aporte femenino

Amigo(a) lector(a), aunque quizás conozca mi nombre y tal vez mi rostro, se imagine el tono de mi voz o las curvas de mi cuerpo, lo que realmente deseo es que sepa que en algún lugar del planeta hay una mujer llamada Ana, con muchas ideas que expresar.
Ana, como la madre de María y como la heroína del Zulia. Ana, una mujer en toda la extensión de la palabra. Pero ese es sólo un nombre, igual puedo llamarme Claudia, Lorena, Adriana, Frida, Manuela, Teresa, Violeta, como tantas otras… Lo que debe saber es que soy una mujer, y sólo por eso merezco respeto.
Joven profesional y luchadora como las venezolanas en general. Con miles y miles de sueños por realizar, pero entre tantas aspiraciones, hay una en especial que trato de cumplir con cada palabra, cada respiro y cada gesto que brota de mi ser: dignificar a la mujer. ¿Cómo lo puedo lograr? Pues respetándome y demostrando a los demás mi valía. Pero sobre todo, como periodista, promoviendo el respeto hacia la mujer en todas sus dimensiones: física, espiritual, moral y psicológica; así como en todos sus roles: el de madre, esposa, amante, hija, hermana, abuela, tía, sobrina, madrina, amiga, trabajadora, vecina y ciudadana.
Si como periodista soy capaz de ayudar a otras mujeres a que reconozcan su valor como persona y dejen aflorar su riqueza interior, entonces no escribo en vano. Una mujer que se respeta y mantiene una autoestima elevada a pesar de las circunstancias que le rodean, es capaz de tomar la decisión de deslastrarse de todo aquello que le estorba, que le impide alcanzar la felicidad. Y ese obstáculo puede ser un hombre. Un individuo que la veja, la ofende, la minimiza como ser humano, a veces sin necesidad de levantar un dedo, sólo con un insulto, una ofensa o un grito.
Nadie merece ser humillado, mucho menos una mujer. Por qué irrespetar la condición femenina si gracias a ella estamos en este mundo. Una dama maravillosa nos anidó en su vientre durante nueve meses, siendo capaz de alimentarnos y darnos calor, para luego mostrarnos la luz pese al dolor físico que eso representaba.
Años atrás, siendo más joven, me correspondió presenciar actos violentos contra una mujer de mi entorno. A veces bastaba con una palabra ofensiva o una prohibición de salir, pero otras, el asunto se escapaba de las manos y se convertía en un pellizco, un jalón en el brazo, un empujón o un manotazo. Era indignante, y aunque preguntaba y exigía una explicación sobre por qué aguantar ese trato, la respuesta siempre era la misma: Lo quiero y no deseo quedarme sola.
Pasó el tiempo y la situación empeoró, además de ofensas y golpes, se descubrieron mentiras, infidelidades y hasta un matrimonio secreto. Ella no aguantó más y terminó con tan destructiva relación.
Hoy, cuando lo analizo, descubro que el problema no sólo era él, ya que continuó siendo el mismo de siempre: posesivo, abusivo y violento. El problema también era ella; había algo en su interior que le impedía ser realmente feliz, pues creía que debía estar al lado de un hombre –cualquiera- para sentirse plena, aunque tuviera que aguantar lo insoportable.
Actualmente ella es otra, está graduada, trabajando, criando a su hermoso hijo, y demostrándole al mundo –y a sí misma- el poder de la independencia. Definitivamente la magia estaba ahí, en su corazón, en su alma, sólo debía saber dónde buscarla: en ningún otro lugar más que dentro de ella misma.
Por eso, cuando escribo acerca de lo maravilloso de ser mujer, pretendo que mis lectores, sin distingo de sexo, edad, raza o religión, reflexionen y busquen en su interior las miles de razones que existen en el mundo para amar y honrar a las representantes del sexo femenino.

Por favor, ¡escúchame! (y II)

En la primera parte de este artículo hacía referencia a lo importante que es saber escuchar para entablar una óptima comunicación con nuestros semejantes, exponiendo la necesidad de practicar la Escucha activa, la cual se define como la disposición mental que permite interpretar, comprender y valorar eficazmente la información dada por una persona.
Para entender en qué consiste la escucha activa es necesario conocer la diferencia entre oír y escuchar: oír es captar ondas sonoras, pero escuchar es prestar atención e interpretar esa información auditiva que se está recibiendo. Se puede oír el canto de los pájaros al despertar, pero si estamos atentos y nos tomamos nuestro tiempo, podemos escuchar y distinguir cada uno de los cantos, -y si entendemos sobre el tema- hasta determinar la clase de ave que emite cada sonido.
De acuerdo a la revista Psicología Práctica (Nº 29, año 2002) en la vida cotidiana podemos toparnos con buenos y con malos escuchas. La persona que no sabe escuchar reclama la atención de quien habla, piensa en lo que dirá entretanto, interrumpe constantemente para controlar la conversación y se aferra a sus opiniones. En cambio, la que sabe escuchar, no sólo procesa las palabras y su significado con atención, sino que logra que el hablante se siento apreciado, comprendido, y se anime a continuar expresando sus ideas y sentimientos, al demostrarle respeto hacia sus opiniones.
Tal como afirma Renny Yagosesky en su artículo “La importancia de saber escuchar” (Revista Fascinación, Nº 978, 30 de abril de 2006), al sentirse escuchadas, las personas se relajan, se abren y muestran su mundo interior, sus creencias y valores. La habilidad de saber escuchar con atención sincera, verdadera apertura y disposición, genera confianza entre el emisor y el receptor del mensaje, optimizando las relaciones familiares, sociales y profesionales, al mejorar la capacidad para negociar.
En este sentido, el autor asegura que algunas de los errores que más se cometen en una conversación son los siguientes: Brindar poca atención al interlocutor; interrumpir repetidamente la conversación; reaccionar impulsivamente ante cualquier discrepancia;
tratar temas delicados y polémicos que pueden crear enemistad; desviar la conversación hacia donde una de las partes desea, ignorando el interés de la otra persona; mostrar con el tono de voz apatía o agresividad, y finalmente, rechazar las opiniones que no se comparten.
Por lo tanto, recomienda conversar de manera consciente (pensar antes de hablar); respetar los estilos de personalidad; evitar la tendencia a juzgar y contradecir, a menos que se requiera; practicar el control verbal (hablar lo necesario) y acostumbrarse a escuchar; controlar el impulso de interrumpir, desmentir o aconsejar; respetar los valores, objetivos y afirmaciones de los otros; brindar atención auditiva, visual y corporal a la persona con la que se habla; responder a preguntas o afirmaciones con palabras o gestos, y estimular con preguntas al otro, para que se exprese fluidamente.
Según la revista Psicología Práctica ( Nº 1, año 2001) una persona que no sabe escuchar y no presta atención cuando le hablan, será excluida de la conversación, pues quien habla dejará de dirigirse a ella, mirará al resto de los involucrados, o incluso le dará la espalda, sin expresarle su deseo de conocer su opinión; además, un individuo que no es buen escucha no puede mantener diálogos extensos, porque el hablante, al no sentirse atendido, perderá el interés por seguir expresándose, presentando cualquier excusa para culminar la conversación.
Por todo lo anterior, para aprender a escuchar activamente es importante practicar el silencio atento, el cual es sinónimo de respeto; mantener el contacto visual con el hablante y cuidar la postura dirigiéndola siempre hacia él; demostrar mediante la confirmación oral y gestual que se está comprendiendo y aceptando el mensaje. Es decir, mover el rostro, sonreír, asentir o negar con la cabeza, arquear las cejas a medida que se escucha y pronunciar frases breves como: “Sí, te entiendo”, “Eso era lo correcto”, o bien haciendo preguntas sobre el tema expuesto, evidenciando así la atención e interés del que escucha.
Por último, es fundamental parafrasear la información recibida, repitiendo el mensaje con el propósito de resumir y aclarar el mismo, asegurándose que no existan malos entendidos.
De esta manera, se puede concluir que la escucha activa es todo un arte, pero si se logra dominarla se obtendrán numerosos beneficios desde el punto de vista interpersonal, evitando como en el caso de María y José, un divorcio por “incompatibilidad comunicativa”.

Por favor, ¡escúchame! (I)

María: Hola mi amor (beso). ¿Cómo te fue en el trabajo?
José: Bien.
María: Yo tuve un día muy bueno también. Logré cerrar el negocio con el dueño de Ferretodo. ¿Recuerdas que te dije que no quería contratar con nosotros porque la competencia le estaba ofreciendo un precio menor?
José: Uhmmm…
María: Ellos tienen un precio muy bajo pero la calidad de sus productos también es inferior, tuve que demostrárselo al señor Rossini. Estaba un poco reacio pero lo convencí, hasta le vendí más de lo que esperaba. El jefe me felicitó. Estoy muy contenta.
José: Ajá… Voy a bañarme…Tengo hambre ¿qué hiciste de comer?
María: (Suspirando) Nada todavía, pero te preparo algo rápido. No voy a cenar porque me comí un cachito y me tomé un jugo con Laura. ¿Sabes que está embarazada? ¡Y parece que son morochos!
José: Yaaaa…¿Dónde está mi toalla? No la consigo.
María: La tienes en frente mi amor…
José: (Besando a María en los labios) Por eso te quiero, no se qué haría sin ti. Muñeca, ¿me haces una arepa? Yo compré queso, está en la cocina.
María: Sí, claro.
María: (Pensando) No sé para qué le cuento mis asuntos. Siempre es lo mismo: no me escucha.

Espero que esta “conversación” entre María y José no se parezca a la que usted mantiene con su pareja, pues les auguro un final nada feliz, ya que esos dos al cabo de mes y medio terminaron divorciándose. ¿El motivo? Adivínelo: fallas en la comunicación. Ahora María está saliendo con un nuevo compañero de trabajo que sí la escucha y con el que puede entablar un verdadero diálogo.
La súplica con la que titulo este artículo es pronunciada por numerosas personas alrededor del mundo, quienes sienten que los individuos con los que hablan no les prestan atención a sus palabras y no logran conectarse con sus intereses o necesidades. Es decir, simplemente no las escuchan.
Pero no tienen deficiencias auditivas, esos sujetos pueden oír perfectamente, así que no hay problema dirá usted. Pero ahí está el error: individuos como José oyen sin dificultad, pero no saben escuchar. Y la diferencia entre ambas acciones es abismal.
Según la revista Psicología Práctica (Nº 29, año 2002) oír es recibir o captar las ondas sonoras, es sólo la parte física; mientras que escuchar es un proceso aún más complejo: es interpretar lo oído, evaluarlo e integrarlo en la memoria aceptándolo o rechazándolo.
En plena era de la tecnología de la información y de la comunicación, el ser humano debe revisar sus habilidades comunicativas y la influencia que éstas ejercen en sus relaciones interpersonales. Comunicarse no es sólo transmitir ideas y sentimientos (papel del emisor), sino también saber recibir e interpretar esa información (papel del receptor), para lograr el feedback o retroalimentación requerida. Por eso hoy en día es importante examinar cómo escuchamos y practicar lo que especialistas denominan “la Escucha activa”, la cual puede definirse como la disposición mental que permite interpretar, comprender y valorar eficazmente la información dada por una persona.
Muchas veces, como ocurría con José, estamos tan metidos en nuestros asuntos personales, preocupaciones e intereses, que no logramos establecer una conexión verdadera con nuestro interlocutor, ignorando lo que nos dice o no procesando adecuadamente su mensaje. De esa manera participamos físicamente en la conversación, pero nuestra mente está en otro sitio. El ser humano necesita expresarse y sentirse escuchado, atendido. A todos nos gusta desahogarnos cuando tenemos un conflicto, buscar las palabras de aliento o el buen consejo de un amigo o de nuestra pareja. Pero ese que nos “escuchará” ¿sabrá hacerlo?, ¿nosotros sabemos escuchar? Acompáñeme a descubrirlo en la próxima entrega de este artículo, en el cual continuaré tratando el tema de la Escucha activa.

¿Publicidad o propaganda?: he ahí el dilema

Cuando se están calentando los ánimos por el inicio de la campaña electoral y entre el CNE, el gobierno y la oposición ha surgido una discusión sobre el uso adecuado o no de la publicidad y la propaganda por parte de los partidos políticos, es necesario repasar el significado de ambos términos para evitar mayor confusión entre la población votante, que ya tiene suficiente trabajo con decidir cuál es la persona mejor capacitada para llevar las riendas del país.
Publicidad proviene del latín Publicus, que significa que puede publicarse, que ya no es secreto; también se asocia con las palabras decir o vender, ya que la publicidad tiene un fin netamente comercial, pues busca inducir a la compra o al consumo, informando sobre un producto o servicio tratando de imponerlo.
Es así como la Asociación Americana de Mercadeo define la publicidad como cualquier forma pagada de presentación y promoción no personal de ideas, productos y servicios por un patrocinador identificado. Se dice que no es personal porque el vendedor no ve al cliente sino que la empresa fabricante o comercializadora del producto utiliza los medios de comunicación social para hacer llegar sus mensajes de ventas a numerosas personas a la vez.
La publicidad fomenta la competencia porque permite que el consumidor compare los productos y servicios ofrecidos por diferentes firmas y seleccione aquél que satisfaga mejor sus necesidades. Igualmente, al impulsar la demanda del producto, éste puede fabricarse en masa y reducir el costo para el cliente.
En conclusión, la meta de la publicidad es vender. Algunos anuncios venden un producto o servicio, lo que se conoce como publicidad comercial; mientras que otros venden una buena imagen pública del anunciante (publicidad institucional).
Por otra parte, la propaganda busca difundir ideas y creencias; p opaganda busca difundir ideas y creencias;s servicios ofr5ecidos por diferentes empresas y se4lleccione aqucompra o al coretende captar adeptos a una causa, un partido, un candidato o una institución; persigue un fin político y su finalidad es conducir a un sujeto a adoptar una acción.
De acuerdo a la guía de estudio “Definición de la propaganda”, cuyo autor es el profesor Oscar Pérez, el término Propaganda FIDE (Propagación de la fe) fue utilizado por la Iglesia en la primera mitad del siglo XVI durante los tiempos de la Contrarreforma Católica destinada a combatir la Reforma Protestante, movimiento religioso que se separó de la Iglesia Católica y Romana originando nuevos sistemas como el Luteranismo, el Anglicanismo y el Calvinismo.
De esta manera, en sus inicios, la propaganda se utilizó para difundir la fe religiosa en Europa; sin embargo, fue a finales del siglo XIX cuando la política se apropió de ella, alcanzando su mayoría de edad en los inicios del siglo XX, con el político ruso Vladimir Ilich Lenin y el alemán Adolfo Hitler, quienes emplearon la propaganda política para influir en las masas y dirigir la opinión pública.
La propaganda busca provocar la adhesión de la masa a una idea o doctrina, conseguir un respaldo de su opinión e impulsar a una conducta determinada, que en plena campaña electoral puede traducirse en la intención del voto; para ello mezcla información y publicidad, pero no tiene fines informativos ni comerciales: su objetivo es sumar adeptos a una causa.
Tal como afirma Giovanni Ramjohn, en su “Manual de Relaciones Públicas” (1990), “la propaganda supone la divulgación de ideas que fluyen mediante la persuasión en los sentimientos, logrando una adhesión interior de tipo psicológico, basada en la fidelidad y culto a la persona”. Por tanto, en política, al tocar las fibras más sensibles de los individuos y bombardearlos con mensajes de alto contenido ideológico instándolos a “Atreverse”, a convertirse en un “Bravo pueblo” o a “Devolverle la alegría al país”, mientras se asocia determinado color o símbolo con una doctrina específica, se busca transformarlos en leales seguidores de un candidato, hasta el punto de creer que es “el Salvador de la nación”.
Para finalizar, Oscar Pérez plantea una serie de diferencias entre publicidad y propaganda:
La publicidad promueve bienes y servicios; la propaganda promueve ideas, política y religión.
La publicidad es pagada por un anunciante debidamente identificado. La propaganda es anónima en la mayoría de los casos, aunque en Venezuela está prohibido ese anonimato.
La publicidad va dirigida hacia la satisfacción de necesidades y deseos del perceptor. La propaganda va dirigida hacia los sentimientos, la propagación de ideas y la captación de adeptos.
La publicidad no obliga al cambio, sólo informa su existencia; la propaganda sí, y etiqueta a quien lo asume (católico, evangélico, chavista, oposicionista).
La propaganda vive de la comparación, el enfrentamiento y el debate; la publicidad no.
La publicidad no ridiculiza al adversario; la propaganda puede aplicar técnicas para minimizarlo.
La publicidad busca su efecto en segmentos de la población (es selectiva). La propaganda está elaborada para enardecer a las masas.

Pese a estas diferencias, en el ámbito político puede emplearse los términos de publicidad y propaganda electoral, siempre y cuando se respete la línea divisoria entre ambos; pues la publicidad de este tipo, aunque también busca captar adeptos a una manera de pensar (equivalentes a los consumidores del “producto”) es más de tipo informativa, presentando los logros, aspiraciones, y ventajas de un candidato en función a hechos reales; mientras que la propaganda es de tipo ideológica, apelando a los sentimientos y emociones del electorado, recurriendo muchas veces a la exageración, la mentira o a la humillación del contrario. Como diría un célebre cómico mexicano, “Ahí está el detalle”: La publicidad es racional; la propaganda, emocional.

¿Que tengo qué…? ¡Noooo señor! (y II)

Si le dicen que debe hablar ante numerosas personas y usted pronuncia la frase con la que titulo el presente artículo, siga leyendo, porque lo escribí para usted. En la primera entrega traté el tema del miedo escénico, el cual es definido por Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) como “una forma de timidez que surge en presencia de grupos, o como consecuencia de pensamientos limitadores acerca de nuestra actuación frente a grupos...”.
Lo importante no es sentir miedo, sino vencerlo, pues todos experimentamos temor a lo desconocido. De acuerdo a lo expuesto por el autor, el miedo a hablar en público es producto de una baja autoestima, inseguridad y falta de preparación, aunadas a la existencia de “pensamientos saboteadores” o ideas negativas con respecto a la propia conducta.
Para vencer el miedo escénico, el especialista en comunicación oral propone seguir siete pasos: 1) Aceptar la existencia del miedo; 2) Confiar en nuestra capacidad para superarlo; 3) Modificar las creencias limitadoras; 4) Prepararse adecuadamente;
5) Practicar reiteradamente; 6) Mantenerse relajado, y 7) Realizar ejercicio físico.
Una vez vencido el miedo inicial, es preciso tomar en cuenta ciertos aspectos relacionados con la manera óptima de dirigirse a un público, sugeridos por Gastón Fernández de La Torriente (Cómo hablar correctamente en público, 1999) y Yagosesky (2001). Entre ellos tenemos:
a) Claridad: Se relaciona con la claridad de pensamiento y vocabulario, permitiendo que los conceptos emitidos sean bien comprendidos. La expresión oral es clara cuando el pensamiento del que emite el mensaje penetra sin esfuerzo en la mente del receptor. Para decir algo, es necesario saber antes lo que se dirá, definiendo las ideas.
b) Concisión: Es la capacidad de seleccionar y expresar lo realmente importante del tema a exponer, eliminando todo lo que sea banal y vulgar. Concisión no es lo mismo que brevedad, ya que uno puede hablar de mil aspectos brevemente sin lograr rescatar lo esencial, que es la tarea de la concisión.
c) Coherencia: La coherencia es la capacidad de iniciar, continuar y culminar la exposición de un tema, sin perder el sentido de la idea principal ni romper el hilo temático -afirma Yagosesky- permitiendo que el oyente capte fácilmente las ideas, una tras otra, sin tener que realizar esfuerzos intelectuales.
d) Sencillez: Al hablar hay que huir de lo complicado y de las palabras rebuscadas, para que todo el público comprenda el mensaje.
e) Naturalidad: Hablar naturalmente es emplear las palabras y frases pertenecientes al vocabulario habitual. Frente a un público hay que mostrarse seguro, relajado, y comportarse como se es realmente, sin falsas apariencias.

Asimismo, John Bartels (El arte de hablar bien en público, 1990) plantea algunas recomendaciones para el momento de pararnos frente a un auditorio:

- Hay que preparar muy bien el tema, escribiéndolo y organizando los materiales que acompañarán la exposición.
- Un discurso o la presentación oral de un informe debe pronunciarse de pie.
- No se debe hablar más de lo necesario, teniendo sentido de la oportunidad. Hay que saber callar.
- Se debe vigilar la correcta pronunciación de las palabras, la dicción y la claridad de las ideas. Si el público entiende lo que dice el orador, con toda seguridad le prestará atención.
- Hay que saber imprimir un ritmo o velocidad adecuado al mensaje: ni muy rápido ni excesivamente lento.
- Evitar que el mensaje que se está emitiendo sea monótono, variando el énfasis y cambiando el ritmo. El énfasis significa dar sentido a lo que se dice, acentuar las palabras o frases que tienen mayor interés y en las que el emisor quiere llamar la atención de los que le escuchan.
- Hay que lograr la atención del público desde el comienzo, empleando alguna técnica adecuada para romper el hielo y lograr el feedback con el auditorio. La más recomendada es realizar un comentario gracioso, con sentido del humor, y luego que terminen de reírse, empezar a hablar.
- Mantener siempre la visualización de los participantes. No mirar por encima de la gente ni hacia el techo. Ver al público a los ojos repasándolos uno por uno, por espacio de cinco segundos. Así le prestarán más atención y mantendrá el control del grupo.
- El norte del discurso debe ser siempre el objetivo previamente trazado. No lo cambie, ni lo descuide.
- Tratar de no generalizar tanto. Las palabras deben ser objetivas y referirse a una realidad objetiva. Además, deben ser muy precisas y concretas, apoyándose en la utilización de ejemplos.
- Las partes más importantes de un discurso son el inicio y el final. Un buen comienzo permite meterse al público en el bolsillo, y las últimas palabras que se pronuncian son las que harán que nos recuerden como buenos oradores.

A montar bicicleta, se aprende montando bicicleta; a caminar se aprende caminando, igual que a nadar, escribir, leer o bailar. A hablar correctamente en público, se aprende ¡hablando en público!. Cuando esté en una reunión pida el derecho de palabra. Asimismo cuando estés en el salón de clases (sí, tú que siempre te sientas en la última fila) participa, interviene, todos estamos para aprender, vence tus miedos. ¡Hasta la próxima!

¿Que tengo qué…? ¡Noooo señor! (I)

Dolor de estómago, manos frías, temblor corporal, garganta bloqueada, boca seca, corazón acelerado, rostro sonrojado y frente sudorosa. ¿Síntomas de enamoramiento? No. ¿Resfriado? Nada de eso. ¿Un cuadro viral? Tampoco. ¿Y entonces?
Pues estas son las manifestaciones típicas del individuo que siente miedo escénico, y que afloran con sólo la idea de tener que explicar ante el presidente de la empresa y el cuadro directivo, el informe final del proyecto, o que en clases debe realizar una exposición ante sus 39 compañeros de estudio y el profesor. ¡Susto!
El hecho de convertirse en el centro de todas las miradas y someterse al escrutinio público es realmente aterrorizante para muchos, sobre todo cuando saben que no se prepararon para la situación y que de eso depende su permanencia o no en el puesto de trabajo o la aprobación de la materia cursada.
Los seres humanos, por naturaleza, le tenemos miedo al ridículo y a que un grupo de desconocidos se rían de nuestras torpezas o equivocaciones. Por eso, de nosotros depende que esos tropiezos físicos o verbales se conviertan en una minúscula mancha en nuestro traje y sean olvidados definitivamente al dirigirnos con seguridad, elegancia y carisma a ese grupo de personas que se convierten en nuestro jurado evaluador.
Un profesor de teatro del Tecnológico Alonso Gamero en la ciudad de Coro, me dijo una vez que los nervios antes de subir a un escenario o incluso, antes de entrar al salón de clases -como docente-, eran señal de respeto a ese grupo de personas y a las funciones que se iban a desempeñar.
Por supuesto, los nervios iniciales son normales y hasta los podemos disfrutar, pero lo importante es que a medida que vayamos hablando los logremos vencer. Hay que controlar los nervios y no dejar que ellos nos dominen.
Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) define el miedo escénico como “una forma de timidez que surge en presencia de grupos, o como consecuencia de pensamientos limitadores acerca de nuestra actuación frente a grupos. Es una reacción, una respuesta defensiva del organismo, caracterizada por distintas formas de alteración de la normalidad en el funcionamiento mental, emocional y motriz del individuo que lo padece”.
Según el autor, el miedo escénico se manifiesta no sólo física, sino mentalmente, sobre todo en lo que él denomina “pensamientos saboteadores”, como los siguientes: No me van a entender; no les voy a agradar; notarán que tengo miedo; me voy a equivocar; van a descubrir mi ignorancia; nunca debí haber venido; no estoy preparado; se me va a olvidar todo; no sabré responder a las preguntas; van a pensar mal de mí; se aburrirán al escucharme; me voy a confundir; me voy a desmayar; no me voy a poder concentrar.
Dichas expresiones merman la autoestima del individuo, alterando sus emociones frente a la situación de hablar en público y reflejan una falta de confianza en sí mismo.
Las personas somos reflejos de nuestros sentimientos y actitudes frente al mundo, y si conozco cuáles son mis habilidades, fortalezas y carencias, podré trabajarlas en función del logro de objetivos específicos.
Por lo tanto, Yagosesky sugiere que aquel individuo que se siente desconcertado frente al reto de hablar en público y tiene “pensamientos saboteadores”, debe trabajar con mucho ahínco su autoestima. Sólo así dejará de percibir a esa situación como una amenaza. “A mayor autoestima, menor miedo”, afirma el periodista y locutor, quien propone siete pasos para vencer el miedo escénico:
1) Aceptar la existencia del miedo: Decir: “Sí, tengo miedo de hablar en público y debo hacer algo al respecto”.
2) Confiar en nuestra capacidad para superarlo: Hay que ser optimistas y entusiastas: deseando, buscando y esperando los mejores resultados de nuestras acciones, transmitiendo también una enérgica alegría.
3) Modificar las creencias limitadoras: Los pensamientos negativos producen emociones y comportamientos del mismo tipo (culpa, rabia, miedo). Para superar el miedo escénico hay que pensar positivamente: Sé expresarme bien, conozco el tema, estoy bien preparado. Igualmente, antes de enfrentar el reto, podemos visualizarnos hablándole al público, sonriendo, presentando con seguridad el contenido, la audiencia aplaudiéndonos y felicitándonos. De esta manera, cuando realmente debamos hacerlo, estaremos menos ansiosos.
4) Prepararse adecuadamente: Si se es estudiante y se debe realizar una exposición oral o defensa de tesis, hay que estudiar el tema con antelación, no memorizando lo que se dirá sino leyendo, interpretando y asimilando la información. Una buena técnica es explicar el contenido utilizando sus propias palabras, frente a un espejo, a sus familiares o amigos, antes de hacerlo en clases.
5) Practicar reiteradamente: Cuando esté en una reunión familiar, levántese y proponga un brindis; cuando esté en clases levante la mano y haga una pregunta o presente su punto de vista al profesor. Para perder el miedo a hablar en público, hay que hacerlo, no basta con realizar el trabajo mental, hay que actuar.
6) Mantenerse relajado: Estrés y miedo van de la mano, respire profundo, descanse, escuche una melodía que le agrade. Haga todo lo que crea necesario para liberar tensiones y superar con éxito el reto que se le presenta.
7) Realizar ejercicio físico: Caminar, trotar, bailar, son otras maneras de aliviar tensiones, además dotan al organismo de energía positiva. Si se siente muy estresado por ese informe que debe presentar oralmente, ejercítese, seguro se sentirá mejor.

En la próxima entrega concluiremos con este interesante tema y les ofreceré algunas recomendaciones para expresarse exitosamente frente a un público. ¡Hasta pronto!