jueves, 1 de noviembre de 2007

Al estilo Olga Tañón

Se ha dicho hasta la saciedad que la mujer actual es autosuficiente, emprendedora, exitosa y muy preocupada por cultivar su espíritu y cerebro además de su físico. Ante tanta maravilla es comprensible que los hombres se sientan intimidados y muchas veces no den la talla. Por algo, la mexicana Alicia Villarreal interpretó con mucha gracia y acierto “Te quedó grande la yegua y a mí me faltó jinete”, dedicándosela en ese entonces a quien fuera su esposo y que ahora, en el país de los “meros meros machos”, le cantan a los hombres que no responden a sus mujeres como se espera.
Las féminas de hoy no se conforman con poco ni se quedan con las ganas, cuando algo no les funciona lo desechan, no sin antes haber hecho lo posible para tratar de solucionar el problema que les aqueja. Pero basta, ya han sido muchos siglos de opresión y amargura, y en el cielo se encuentran todas las santas que deben estar. Atrás quedaron los tiempos en que una, cual sumisa avecilla con rostro de Thalía, entonaba “Llama, no importa la hora que yo estoy aquí, entre las cuatro paredes de mi habitación, es demasiado aburrido no estar a tu lado”.
En estos momentos no nos quedamos encerradas en nuestro castillo esperando a que el tan ansiado “príncipe azul” venga a rescatarnos. No somos Rapunzel, Cenicienta ni la princesa Aurora de La Bella Durmiente. No nos quedamos calladas y alzamos nuestra voz ante las injusticias de la vida. ¿O no les parece injusto tener que soportar a un hombre que no te valora, que te cela hasta de tu sombra, que no está a tu mismo nivel profesional, que es un especialista en quejas y lamentos, y que encima no te satisface emocional ni sexualmente? Sólo una desequilibrada aguantaría eso por uno, dos, cinco, diez años o más. Masoquista sería el término adecuado.
En pleno siglo XXI la mujer quiere un hombre tan seguro de sí mismo que pueda confiar en ella con los ojos cerrados. Cuando hay amor verdadero no debe quedar dudas a menos que sepas que hay un vacío en la relación.
Aunque hace tiempo que las mujeres nos pusimos los pantalones y demostramos al mundo entero que la tierra gira gracias a nosotras, nuestro lado más sensible, afectivo y maternal no ha disminuido, al contrario, hemos tenido que enfrentar tantos retos que llegamos a convertirnos en damas amorosamente fuertes que no se amilanan con facilidad.
Nuestro pareja ideal ya no se parece a Brad Pitt (rubio, de ojos azules, atlético, de facciones perfectas y muuuy rico). Por favor, no. Recuerden que Brad dejó a Jennifer Aniston -su legítima esposa- por Angelina Jolie, (sí, sí, muy seductora ella con su bocota y sus ojazos), y cuando aún no había salido la sentencia de divorcio, ya estaba anunciando que tendría un hijo con su nueva pareja.
Qué patético galán: infiel, mentiroso e irrespetuoso, tres grandes defectos que las mujeres de hoy no toleran en un hombre, junto con el de ser violento. Lamentablemente aún existe ese ser primitivo que raya en la agresividad propia de la era prehistórica. Es triste conocer a través de los medios de comunicación cómo día a día se incrementan mundialmente los índices de mortalidad femenina producto de la violencia conyugal. Pero además de los golpes, está la crueldad psicológica, la cual no deja marcas en la piel pero hiere la autoestima. Si lo hace una vez, lo seguirá haciendo, por eso las damas no se deben dejar levantar la mano, gritar, insultar ni amenazar por su pareja.
La Asamblea General de las Naciones Unidas define la violencia contra la mujer como cualquier acto de agresión de género que resulta, o que probablemente resulte, en un perjuicio físico, sexual, psicológico o de sufrimiento para ella, incluidas la amenaza de tales actos, y la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea en público o en privado.
A pesar de los logros obtenidos en materia social, política y económica, muchas mujeres de diversos rincones del planeta deben enfrentar a diario discriminaciones, humillaciones, agresiones y vejaciones por su sola condición femenina, siendo el hogar el principal escenario y su pareja, el victimario. ¿Una persona puede amar tanto a otra que prefiere matarla y luego suicidarse antes que resignarse a vivir sin ella?, ¿Es tan difícil aceptar una negativa?, ¿Por qué no se es capaz de reconocer los errores cometidos en la relación y entender que lo mejor es separarse y dejar que cada uno siga su camino?
En este sentido, en 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y aunque se escogió una fecha para celebrar de manera formal esta lucha femenina, las batallas se realizan todos los días contra hombres que no han entendido aún el importante papel que cumplimos y pretenden restarnos mérito; por eso, junto con Olga Tañón, millones de otras “mujeres de fuego” corean a los cuatro vientos y sin una pizca de remordimiento: “Que se vaya, que se vaya, que se vaya de mi vida, que me deje a mí tranquila…”

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