jueves, 1 de noviembre de 2007

Ideas y cabellos largos

Si hace unos cuantos siglos se le hubiera preguntado a cualquier persona ¿qué es ser una mujer? probablemente habría contestado que ser mujer consistía en convertirse en la sombra de un hombre –su esposo-, y que tenía como deber servirle, cuidar del hogar y de los ocho o nueve hijos fruto del matrimonio. “El hombre para la calle, la mujer para la casa”, solían decir los bisabuelos.

Pero para fortuna nuestra, siempre hubo sus excepciones, y gracias a esas mujeres luchadoras que se enfrentaron a las normas de la sociedad, hoy el género femenino ha logrado ocupar lugares importantes en todo el mundo.

El solo hecho de pensar que una mujer dejara su hogar para salir a buscar el sustento diario, porque era madre soltera, viuda, tenía que ayudar económicamente a sus padres o a su marido, o simplemente por satisfacción propia, era inconcebible. Y ni hablar de estudiar, ¿a quién se le ocurría que para realizar los oficios del hogar, concebir y criar niños, las mujeres tenían que cursar estudios?.

Tal vez una que otra enfermera en los campos de guerra, pero hasta ahí. Una mujer que trabajaba en un medio reservado para los hombres, y que además de inteligente, capaz y segura de sí misma, era bella, no era muy bien visto, y hasta podía ser tildada de “fácil”, “arribista” o “mujerzuela”. Y si era actriz o cantante, cualquiera de los calificativos anteriores – y otros peores aún- se le acuñaban a esta dama con cualidades artísticas.

A pesar de los prejuicios y las restricciones impuestas por la cultura o la religión, la mujer ha superado los obstáculos, y actualmente se enfrenta cara a cara con la vida, dispuesta a dar la pelea en cualquier circunstancia.

Ahora las mujeres son mayoría en un salón de clases, sobre todo a nivel de estudios superiores, maestrías, doctorados, especializaciones y cursos de extensión. En aquellas universidades donde dictan carreras humanísticas como educación, sociología, trabajo social, derecho y periodismo, entre otras, son las féminas las que predominan. Igual ocurre con arquitectura, administración, medicina y odontología. Resulta frecuente ver a mujeres desempeñándose óptimamente en profesiones como la ingeniería, construcción civil o instrumentación industrial. Ya no nos extraña conocer a una mujer taxista, policía, bombero o guardia de seguridad.

Numerosas mujeres venezolanas participaron en la guerra independentista, portando además de armas, su astucia, inteligencia y valentía para vencer al enemigo. Asimismo, han dado la guerra en la política, ocupando cargos presidenciales, de ministras, diplomáticas, gobernadoras, alcaldesas, dirigentes sindicales, vecinales y estudiantiles.

A nivel gerencial ocupan cargos importantes y son más responsables, organizadas y efectivas que sus pares masculinos. Así vemos a presidentas y vicepresidentas de empresas, directoras generales o ejecutivas, coordinadoras y jefes de departamentos, ejerciendo a cabalidad sus funciones y llevando con acierto el timón del gran barco que es el mundo.

A pesar de los hombres, de las tradiciones, de las barreras, y a pesar del mundo mismo, la mujer ha vencido, y aunque cada día deba luchar con sus propios miedos y paradigmas, se esfuerza por ser mujer, trabajadora, madre, esposa, hermana, tía, sobrina, prima, amiga y abuela; pero sobre todo mujer, lográndolo aunque ustedes no lo crean.

A esto se suman los cánones de belleza actuales, porque si quieres destacarte y triunfar en la vida tienes que lucir joven, bella, delgada y vestir a la moda. Y no se sabe cómo (bueno, en realidad sólo nosotras lo sabemos), la mujer también logra adaptarse a este tipo de exigencias, pero sin perder su individualidad y autenticidad. Y en eso estarán de acuerdo conmigo, porque además de cumplir con todos los roles mencionados en el párrafo anterior, hay que ser bella y femenina: una mujer en todo el sentido de la palabra.

Pero recuerden que la belleza no depende sólo del físico. La belleza empieza por el interior del ser humano, sus sentimientos, emociones, ideas y pensamientos. Si el individuo se siente y se cree bello, cultivando su espiritualidad, esa belleza fluirá y se proyectará hacia el exterior, permitiendo que los demás lo vean de esa manera.

Pues así son las mujeres de hoy: son valientes, osadas, seguras, fuertes, inteligentes, capacitadas, responsables, proactivas, organizadas y bellas, muy bellas; y que conste que no lo aseguro porque soy mujer. Nada de eso. Esto lo dicen los hombres todos los días. Lo dice mi pareja, mi papá, mi hermano, mis tíos, primos, vecinos, mis amigos y mis compañeros de trabajo. También lo dice el amigo lector, así no lo quiera reconocer, porque ya el género masculino no afirma –como lo hacía décadas atrás- que la mujer tiene cabellos largos pero ideas cortas, pues las féminas le han demostrado que además de sus cabellos, también sus ideas y aptitudes son amplias, extensas y abundantes. ¡Y pobre del que se atreva a pensar lo contrario!

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