jueves, 1 de noviembre de 2007

¡Si las miradas mataran!

Si las miradas mataran muchos de los que estamos hoy en este mundo hubiésemos desaparecido hace unos cuantos años, sobre todo cuando esta frase estaba de moda, y ante cualquier mirada que pudiese calificarse como agresiva o de desprecio, el receptor del “centellazo” visual la pronunciaba, mientras que el portador de los “ojos asesinos” deseaba que fuera cierta tal expresión.
Hoy en día no es muy común escucharla, pero jóvenes y adultos por igual, conocen el poder que ejerce la mirada en las relaciones sociales y, por supuesto, en la vida íntima.
Cuando somos pequeños y nuestra madre nos amamanta, el contacto visual que establecemos con ella es fundamental, porque además de sentir su calor, el hecho que nos contemple mientras nos alimentamos y que tengamos la satisfacción de mirarla sonreír, nos nutre el espíritu.
No importa si los ojos son saltones, almendrados o achinados; si son verdes, azules, cafés o negros. Si poseen largas y abundantes pestañas o si se encuentran enmarcados por unas espesas y desordenadas cejas. Sean como sean, se dice que los ojos son la “ventana del alma”.
Con frecuencia no es necesario hablar, pues los ojos de una persona lo dicen todo por sí mismos. Allan Pease (El lenguaje del cuerpo, 1981) explica que cuando alguien se entusiasma, las pupilas se dilatan hasta tener cuatro veces el tamaño normal. Pero cuando alguien está enojado o tiene una actitud negativa, las pupilas se contraen y los ojos se tornan vidriosos.
El autor asegura que “sólo cuando dos personas se miran directamente a los ojos existe una base real de comunicación”. Considero que dicha afirmación es cierta, porque si recordamos que comunicación es interacción, ¿qué mejor manera de intercambiar ideas, pensamientos y sentimientos con otra persona, que mirándola a los ojos?
Pero para establecer una buena comunicación no basta con echar una miradita por aquí y otra por allá. No. Hay que ubicarse en la situación específica y considerar al individuo con el que estamos conversando.
Pease clasifica las miradas en cuatro tipos diferentes: la de negocios, la social, la íntima y la de reojo.
Si usted está hablando de negocios –no importa si es con personas del mismo o de diferente sexo- debe imaginarse que hay un triángulo en la frente de ese individuo y su mirada debe recorrer los ojos, para luego enfocarse justo en el medio de la frente. De esa manera se crea un ambiente de seriedad y respeto.
Si se encuentra en una fiesta conversando con amigos o con gente que acaba de conocer, debe emplear la mirada social, la cual se dirige al triángulo formado por los ojos y la boca.
Y si casualmente en esa fiesta, al otro lado del salón, observa a un hombre o mujer
–según sea el caso- que le resulte atractivo o hermosa, pruebe con la mirada íntima, la cual recorre los ojos, pasa por el mentón y se dirige hacia otras partes del cuerpo, rumbo al sur. Si tiene suerte, y también le atrae a la otra persona, ésta le devolverá una mirada parecida.
Otro tipo de mirada muy conocida es la de reojo, pero puede interpretarse de dos maneras: si se combina con una elevación de cejas o una sonrisa, comunica interés, complicidad o picardía. Pero si va acompañada de un ceño fruncido y con las comisuras de los labios hacia abajo, significa hostilidad y desconfianza.
Por otra parte, es importante saber que en la cultura del venezolano y de muchos países del mundo, mirar fijamente a una persona por largo tiempo no es muy bien aceptado, porque se entiende como invasión a la privacidad o como señal de desafío.
Allan Pease considera que para entablar una buena relación con otra persona se le debe mirar del 60 al 70 por ciento del tiempo que dure la conversación, logrando así ganar su simpatía. Desde que el mundo existe, el misterio de los ojos y la fuerza hipnotizadora de la mirada, han inspirado un sin número de temas musicales, poesías, historias y novelas. En los últimos años, Shakira, Ricardo Montaner, Ricky Martin, Frank Quintero, Ilan Chester, Diveana, son algunos de los intérpretes que han caído rendidos ante el encanto de unos “ojos brujos”. ¿Qué otros artistas recuerda usted que le hayan cantado a esta mágica zona del cuerpo? Mientras lo piensa, me despido tarareando esta canción: “Qué bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas, debajo de esas dos cejas, qué bonitos ojos tienes…”

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