jueves, 1 de noviembre de 2007

¿Que tengo qué…? ¡Noooo señor! (y II)

Si le dicen que debe hablar ante numerosas personas y usted pronuncia la frase con la que titulo el presente artículo, siga leyendo, porque lo escribí para usted. En la primera entrega traté el tema del miedo escénico, el cual es definido por Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) como “una forma de timidez que surge en presencia de grupos, o como consecuencia de pensamientos limitadores acerca de nuestra actuación frente a grupos...”.
Lo importante no es sentir miedo, sino vencerlo, pues todos experimentamos temor a lo desconocido. De acuerdo a lo expuesto por el autor, el miedo a hablar en público es producto de una baja autoestima, inseguridad y falta de preparación, aunadas a la existencia de “pensamientos saboteadores” o ideas negativas con respecto a la propia conducta.
Para vencer el miedo escénico, el especialista en comunicación oral propone seguir siete pasos: 1) Aceptar la existencia del miedo; 2) Confiar en nuestra capacidad para superarlo; 3) Modificar las creencias limitadoras; 4) Prepararse adecuadamente;
5) Practicar reiteradamente; 6) Mantenerse relajado, y 7) Realizar ejercicio físico.
Una vez vencido el miedo inicial, es preciso tomar en cuenta ciertos aspectos relacionados con la manera óptima de dirigirse a un público, sugeridos por Gastón Fernández de La Torriente (Cómo hablar correctamente en público, 1999) y Yagosesky (2001). Entre ellos tenemos:
a) Claridad: Se relaciona con la claridad de pensamiento y vocabulario, permitiendo que los conceptos emitidos sean bien comprendidos. La expresión oral es clara cuando el pensamiento del que emite el mensaje penetra sin esfuerzo en la mente del receptor. Para decir algo, es necesario saber antes lo que se dirá, definiendo las ideas.
b) Concisión: Es la capacidad de seleccionar y expresar lo realmente importante del tema a exponer, eliminando todo lo que sea banal y vulgar. Concisión no es lo mismo que brevedad, ya que uno puede hablar de mil aspectos brevemente sin lograr rescatar lo esencial, que es la tarea de la concisión.
c) Coherencia: La coherencia es la capacidad de iniciar, continuar y culminar la exposición de un tema, sin perder el sentido de la idea principal ni romper el hilo temático -afirma Yagosesky- permitiendo que el oyente capte fácilmente las ideas, una tras otra, sin tener que realizar esfuerzos intelectuales.
d) Sencillez: Al hablar hay que huir de lo complicado y de las palabras rebuscadas, para que todo el público comprenda el mensaje.
e) Naturalidad: Hablar naturalmente es emplear las palabras y frases pertenecientes al vocabulario habitual. Frente a un público hay que mostrarse seguro, relajado, y comportarse como se es realmente, sin falsas apariencias.

Asimismo, John Bartels (El arte de hablar bien en público, 1990) plantea algunas recomendaciones para el momento de pararnos frente a un auditorio:

- Hay que preparar muy bien el tema, escribiéndolo y organizando los materiales que acompañarán la exposición.
- Un discurso o la presentación oral de un informe debe pronunciarse de pie.
- No se debe hablar más de lo necesario, teniendo sentido de la oportunidad. Hay que saber callar.
- Se debe vigilar la correcta pronunciación de las palabras, la dicción y la claridad de las ideas. Si el público entiende lo que dice el orador, con toda seguridad le prestará atención.
- Hay que saber imprimir un ritmo o velocidad adecuado al mensaje: ni muy rápido ni excesivamente lento.
- Evitar que el mensaje que se está emitiendo sea monótono, variando el énfasis y cambiando el ritmo. El énfasis significa dar sentido a lo que se dice, acentuar las palabras o frases que tienen mayor interés y en las que el emisor quiere llamar la atención de los que le escuchan.
- Hay que lograr la atención del público desde el comienzo, empleando alguna técnica adecuada para romper el hielo y lograr el feedback con el auditorio. La más recomendada es realizar un comentario gracioso, con sentido del humor, y luego que terminen de reírse, empezar a hablar.
- Mantener siempre la visualización de los participantes. No mirar por encima de la gente ni hacia el techo. Ver al público a los ojos repasándolos uno por uno, por espacio de cinco segundos. Así le prestarán más atención y mantendrá el control del grupo.
- El norte del discurso debe ser siempre el objetivo previamente trazado. No lo cambie, ni lo descuide.
- Tratar de no generalizar tanto. Las palabras deben ser objetivas y referirse a una realidad objetiva. Además, deben ser muy precisas y concretas, apoyándose en la utilización de ejemplos.
- Las partes más importantes de un discurso son el inicio y el final. Un buen comienzo permite meterse al público en el bolsillo, y las últimas palabras que se pronuncian son las que harán que nos recuerden como buenos oradores.

A montar bicicleta, se aprende montando bicicleta; a caminar se aprende caminando, igual que a nadar, escribir, leer o bailar. A hablar correctamente en público, se aprende ¡hablando en público!. Cuando esté en una reunión pida el derecho de palabra. Asimismo cuando estés en el salón de clases (sí, tú que siempre te sientas en la última fila) participa, interviene, todos estamos para aprender, vence tus miedos. ¡Hasta la próxima!

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